domingo, 10 de julio de 2011

Al son del Caco

Dos Yolandas sonaron en la noche de ayer en las dos orillas de un mismo mar, la de Pablo Milanés en el Teatro Cervantes de Málaga y la de Caco Senante, en la melillense Plaza de Armas. Nos trajo algo para recordar tus noches palmeras, mezclando amor con habaneras. Y también con boleros bajo un lienzo de murallas y con todo el son, tal vez porque no puede ser no más que una canción. Caco Senante es la voz chicharrera, que nos hizo bailar mientras imaginábamos echando mojo a las papas arrugas. He conocido a canarios y tienen la misma morriña gallega pero con cha cha cha. Tienen ese punto de cadencia, que hace que en plena calle paren el coche y al grito de cristiano, cuenten al de enfrente algo sin caer en el momento. En la Facultad hice una buena amistad con una lanzaroteña, Raquel, que regresó a Arrecife, también al noble oficio de la defensa de otros, y que nos hacia mas amenas las horas de procesal o de financiero desde su alma isleña. En nuestra vida, queridos lectores, todos tenemos un hilo musical propio, que nos marcó momentos que aún hoy recordamos cuando vuelven a sonar. Aquella declaración de amor, el primer baile pro viaje de estudios o aquel concierto en el Auditorium. Van quedando ahí y gracias a Dios que los vivimos. De Caco Senante me sigue emocionando una gaviota en Madrid, que para mí es, sin duda, la canción que mejor representa a todos aquellos que un día nos fuimos a la Capital, y en cuya maleta también iba el mar que no veíamos a diario entre tanto asfalto. Y ahí en esa letra va la isla, como en aquella pescadora de Santa Cruz de pregón callejero o en esa vieja farola del mar con aires de parranda. También para los melillenses significa todo ese faro, cuando lo podíamos casi tocar paseando bajo él, o cuando nos vamos al camarote nada más que el barco da la vuelta. Hay más cosas que nos unen a las afortunadas de lo que pensamos, tal vez porque tenemos ese sentimiento isleño, como decía Ana Riaño. Por cierto un saludo a un compañero de columna en este periódico, José María García Linares, que ha vuelto por vacaciones y que tanto nos puede hablar decir de las afortunadas.Estamos más cerca de la Península, pero no estamos en ella, y como los canarios vivimos pendientes de unas comunicaciones. A su régimen fiscal miramos y seguimos anhelando ser región ultraperiférica de Europa. La noche en El Pueblo, a los pies del Torreón del Vigía,  sonó a música de ida y vuelta que se hizo intimista, donde no había distancias y donde volvió a salir aquel Caco que como en te necesito, cantaba a quien comprende, a aquel que diciendo verdades hace caer de una nube, al que vuela, a la musa, a los que comparten. En este sábado de Julio, Senante nos trajo lo que él entiende que es la música de los mejores, junto al mar y sin ademanes de cansado. Esta mañana habrá podido ver salir el sol, no desde la Marquesina, sino en algún lugar de Melilla. Ángel Gil

domingo, 3 de julio de 2011

Justicia y prensa

Gabriela Bravo, vocal y portavoz del Consejo General del Poder Judicial, ha participado en nuestra Ciudad en las Jornadas Ruiz Vadillo que, un año más, han puesto a Melilla en el centro de la atención jurídica. En su ponencia Poder Judicial y Medios de Comunicación, quiso centrar esta relación en el derecho a la información, en la libertad de opinión y en una Justicia con garantías. Si analizáramos esa relación, tal cual fue expresada por ella, la calificaríamos como la ideal en un Estado democrático. Pero sin duda luego ni todo es tan perfecto ni lo ideal tiene que ver con la realidad. La Constitución en su artículo 20 nos habla del derecho a la expresión y difusión de pensamientos, ideas y opiniones, no pudiéndose restringirse por ninguna censura previa. Para la también fiscal, Gabriela Bravo, significa el derecho a informar y recibir la información adecuada. Pero ¿quién puede determinar en una sociedad, como la nuestra, que es lo adecuado en una información?. La libertad de expresión, tal vez quedaría, en un segundo plano, subsumida por lo correcto, lo que no provoca ampollas, para que todo siga sin sobresaltos. Así sin duda, el pueblo no puede crearse su propia opinión, si la sordina permite que no llegue con total nitidez la información. Más adelante la conferenciante planteó como la prensa suplanta el papel de los jueces, perturbando esto cualquier proceso judicial, llegando hasta el punto de mover a la sociedad a que se opongan a la decisión judicial. Para ella no se puede confundir informar con el interés de suplantar el papel de un juez, movidos por campañas orquestadas por intereses económicos o políticos, ya que la imagen que se crea es muy negativa para los ciudadanos y debilita a las instituciones. Es cierto que la televisión en los últimos tiempos, y muy en particular una cadena privada, practica los juicios paralelos sobre todo cuando sus protagonistas son populares de programas del corazón. Esto sin duda es reprochable, más cuando se hace para ganar audiencia con unos espectáculos faltos de toda ética y respeto, donde incluso se pueden infringir derechos fundamentales, como imagen, honor e integridad. El periodismo debe tener otras funciones, donde la libertad sea lo que predomine, donde no tenga cabida la prensa amarilla y simplemente que los lectores podamos encontrar en los quioscos, por radio, televisión o internet una información y opinión plural. De esta manera la sociedad creará su propio criterio. Las leyes mordazas que, de vez en cuando, sobrevuelan en aras a cierto autocontrol de los medios, es en su esencia lo contrario a un sistema de libertades. La opinión pública nace de ella y por eso cada vez hay más de sintonía entre lo que la sociedad quiere y la imagen que algunas instituciones ofrecen. Por eso las primeras palabras de Gabriela Bravo en su conferencia fueron que no se entiende un Estado de Derecho sin una prensa libre. Ángel Gil