domingo, 27 de octubre de 2013

Coronel Tellez

El pasado lunes nos despertamos con el adiós de Manuel Gómez Téllez desde esa Málaga que fue su último destino profesional. Este 21de Octubre mientras desayunamos a Carmen, mi mujer, se le agolpan los recuerdos, como si pusiera la moviola de su vida para pararla en su niñez y adolescencia, y ahí aparece esta gran persona que le abrió las puertas de su hogar y de su corazón, cuando iba con su amiga Ana, hija de aquel al que recordamos en esta columna. Me habla de quien se ha ido sin hacer ni el más mínimo ruido, pero sí preocupado por los suyos hasta su último aliento, como él era, como un señor. Un ejemplo de vocación castrense desde su querido Tercio, formando parte de esta Comandancia General, desde aquel cuartel de Valenzuela y bajo el símbolo legionario de la alabarda, arcabuz y ballesta, esa insignia que orgulloso lucia en sus americanas. Manuel Gómez Téllez era sinónimo de compañerismo, unión, socorro, amistad, disciplina, entrega, fiel a su Credo y al humanismo que ejerció durante su paso por esta Tierra. Y comentamos, mientras tomamos café, que ha dejado en su familia y amigos la boca llena de elogios, no hemos oído a nadie algo malo de él, al contrario, todos hemos aprendido de sus valores, de la sencillez en el trato y de una cercanía como si de toda la vida le conocieras. Para la última vez que disfrute de su presencia, circunstancialmente no pudimos elegir un escenario mejor, una mañana de Jueves Santo malagueño en plena explanada ante la Casa Hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de la Soledad. Le buscábamos entre los miles de personas que se vuelcan cada año para arropar ese momento, cuando a hombros de los legionarios se pasea al Cristo de Mena, sabíamos que allí estaba, que no podía faltar a la cita anual y al final, cuando aquello empezaba a romper sus filas, apareció elegantemente vestido y con su emblema en el ojal. Su nieta, Marta, ha escrito en su muro de facebook,  te marchas en una bonita noche de luna llena, aunque sé que siempre me vas a acompañar... Y no puedo evitar sonreír cuando me acuerdo de cuando te levantabas por la mañana a darme los buenos días, de cuando nos llevabas al cine de la mano casi bailando. He tenido la suerte de disfrutarte hasta hoy y de poder haberte dicho y demostrado todo lo que te quiero. Y Carmen me seguía diciendo, yo me quedo con el amigo, el padre, el marido, el militar, el hombre que desde allí nos cuidará y nos seguirá vigilando para que seamos tan buena gente como él lo fue. En su funeral se entonó el novio de la muerte y hoy ya descansa en la Casa Hermandad de la Esperanza, muy cerca de Santo Domingo. Querida amiga Ana, gracias por haberme hecho el mejor de los regalos, conocer a tu padre, un hombre excepcional
Ángel Gil

domingo, 13 de octubre de 2013

Crisis de lo español

Ayer, doce de Octubre, se celebro el día de la Fiesta Nacional precisamente en el momento en que estamos asistiendo a la peor crisis del sentimiento de lo español. Los países de nuestro entorno defienden lo propio mientras que nosotros caemos en desidia o abandono. Algo le está pasando a este pueblo de historia larga, importante y fructífera para que estemos en esta encrucijada. Acabamos de leer que España está en la hora del desencanto y aunque sea cierto, no tenemos motivos de ello. Una nación que fue capaz de llegar a América, que exporta su idioma y cultura, no puede ocultar su pasado o denostarlo aduciendo vergüenza. No es lógico preferir lo foráneo mientras que el fenómeno de la culpabilidad intentan metérnoslo con calzador.  El nacionalismo periférico emergente además de mirarse el ombligo y obtener beneficios económicos es excluyente de lo general, trata a España como su enemigo, arrinconando su lengua, que por cierto es la común para todos y desea romper la unidad buscando en la diferencia artificial la base de todo. Durante años se ha escuchado la expresión, este país, cuando hablábamos de España en una de las situaciones más ridícula a las que hemos asistido. ¿Estamos ante otra crisis moral, política y social como la del 98?. ¿El regeneracionismo de entonces podría aplicarse al Siglo XXI?. Son preguntas que hoy quedan en el aire, que merecen una reflexión por nuestra parte para salir del hoyo al que nos está llevando la deriva nacionalista. Las imágenes que ayer pudimos ver sobre la concentración de Barcelona bajo el lema: somos Cataluña, somos España. Es el reflejo de una realidad social, ajena a la locura nacionalista, que desea una normalidad constitucional donde se puede ser catalán y español. Esto último que parece sencillo se complica con la llegada del mesías Arturo y de sus secuaces, que nos brindan espectáculos tan lamentables como el vivido esta semana en el Parlamento catalán donde se impide expresarse a quienes no siguen la doctrina oficialista. Según García de Cortázar, España es una herencia recibida y un proyecto a preservar para generaciones futuras, es una entidad que nos permite existir como individuos libres y protegidos por principios que solo son norma legal porque son valores compartidos. Es nuestra oportunidad de proyectar una nación convincente y convencida a un mundo que nunca nos aceptara si no empezamos por creer en nosotros mismos. La opinión de este historiador es, sin duda, la clave, a la que nos enfrentamos y que nos debe hacer cambiar lo que ya no funciona. La Transición nos trajo, un europeísmo frente a lo español, un grave error cuando lo más lógico sería que aportáramos nuestra idiosincrasia al proyecto de construcción de la Unión. Mas es menos y si esto en matemáticas no puede ser, tampoco lo es en la vida social.
Ángel Gil