viernes, 29 de noviembre de 2013

Cuando llora una víctima



España está helada y no únicamente por una bajada en las temperaturas que nos ha llevado a observar, de nuevo, la nieve en ciudades del interior, mientras  aquí, en Melilla, llegaremos hoy a una mínima de diez grados, sino fundamentalmente al ver a los asesinos saliendo masivamente de prisión, porque da igual que sean violadores, grapos, del ejército guerrillero del pueblo gallego o etarras, todos y todas tienen sus manos manchadas de sangre. Los ciudadanos miramos las escenas trágicas de las excarcelaciones como el sinsentido de un sistema enfermo, como la instalación permanente del embudo en todas las áreas de la vida y como una injusticia ante las victimas y la sociedad en su conjunto. En ningún país ha pasado lo que estamos viendo estos días, que aquellos que, porque les apeteció, quitaron la vida de sus semejantes premeditadamente y con alevosía, ya han abandonado la prisión sin la más mínima intención de arrepentimiento. Si la Audiencia Nacional liberó, con división de opiniones, en una primera tanda a nueve etarras, ahora lo ha hecho, con todos los votos favorables, a trece asesinos, todo con la máxima celeridad y gracias a la doctrina Estrasburgo. A partir de ahora, las libertades las acordará directamente la Sección correspondiente, una vía mucho más rápida que la del Pleno. Da un profundo asco ver a estos criminales en libertad que encima se ríen a la salida de los centros penitenciarios o miran desafiantes ante los familiares de aquellos que quitaron la vida. En esta hora no caben excusas, ni complejos, tampoco desafortunadas declaraciones, solo reformar las leyes, resarcir a las víctimas o mejor aún no causarles más dolor del que ya tienen. Ante las imágenes que nos llegan por los medios de comunicación de las libertades de los que apretaron un gatillo, activaron un coche bomba o violaron a una mujer o niña, se quiera o no admitir por algunos, sentimos vergüenza y alarma social. La calle piensa que todas estas acciones sanguinarias salen baratas, que volverán a incurrir en los delitos que les llevaron a estar entre rejas, extendiéndose la incredulidad y el distanciamiento con las instituciones. López Guerra, el magistrado del Tribunal Europeo que participó en la polémica sentencia que ha dado lugar a toda esta situación debió ser recusado. Parece como si su padre, Luis López Anglada, ese gran poeta, autentico arquitecto del soneto, hubiera escrito esto pensando en su hijo, negro y sombrío, tu corazón que ni a despertar de su dormir se atreve. Algo está pasando en este mundo para que asistamos, de nuevo, a la indignidad de ver, en breve, en libertad al asesino de las niñas de Alcacer o de Anabel Segura. Por eso cuando ciudadanos increpan al asesino etarra Kubati a su salida de la prisión del Puerto I y le dicen lo que es, mientras vemos llorar amargamente a los familiares de las víctimas, un escalofrío nos recorre el cuerpo ante tanta infamia
Ángel Gil

lunes, 25 de noviembre de 2013

Eres mía

Recuerdo que era por Septiembre y quede con mis amigas para ir a las Ventas al concierto de Alejandro Sanz, fue la segunda vez que le vi, ya cuando me lo presentaron, en aquel cumpleaños en casa de Ana, me lo pasé genial, era atractivo, viajaba frecuentemente a París y Roma, me fascinaban sus explicaciones, parecía que era yo quien paseaba por Montmartre o por San Juan de Letrán. Con los demás se mostró correcto, me hablaba de su carrera y se interesaba por mí, por esas inquietudes que todos tenemos. No sé por qué todo esto me vino mientras, ahí abajo en el ruedo, comenzaban los acordes de Mi Soledad y yo, tal vez inmortalizaba inconscientemente el futuro, o soñaba con un recuerdo imaginario. El destino nos hizo de nuevo cruzarnos. A la salida cuando bajábamos las escaleras del Metro, note una mano que me agarraba, de nuevo apareció, ya no venia solo, le acompañaba su cuadrilla, como se dice por el norte, y al final terminamos todos en unos garitos de música en vivo. Hubo más fines de semana que para mucha gente comenzaba el jueves, íbamos juntos, pero al poco tiempo nosotros nos excluimos y comenzamos a quedar para un café o para los estrenos de cine. Siempre he tenido la costumbre de ir con escotes o usar vestidos cortos, a él notaba que no le gustaban demasiado y en una ocasión cuando me esperaba en el portal de casa tuve que volver para cambiarme porque discutimos. Hablándolo con mis amigas, ellas me decían que demostraba que me quería, yo solo sé que estaba en una nube. Luego vino un compromiso más fuerte y planes de vivir juntos. Reconozco que discutíamos, tal vez porque no hacia las cosas bien, estaba demasiada acostumbrada a salir y entrar con mis amigas, sin un excesivo freno. Decidimos casarnos, solo notaba que en la vida, para él, no entraban los que antes habían formado parte de la mía. Comencé a sentir culpa, él ya me reprochaba cosas, incluso me tachaba que no servía para nada y repetía, eres mía, y yo comprendí sus razones. Intentaba reformarme en mis comportamientos, no salíamos, empecé a no saber que era una cena fuera de casa o un teatro. Vinieron los niños y me centre en ellos, me llenaban tanto que fui haciendo vida sola a pesar de estar él. Fue como un apagón con la vida de soltera y con mi carrera profesional, pero era normal me estaba haciendo mayor y me debía a mis obligaciones. El seguía con sus viajes, de trabajo claro, cuando regresaba, los niños dormían y el, también. La luz roja se encendió cuando tras una discusión y mientras huía me agarro fuertemente de los brazos delante de sus hijos. Hoy estoy aquí porque quiero Señoría seguir adelante con mi denuncia por malos tratos. El, en su declaración judicial, manifestó que para evitar la caída de su mujer, porque se escurrió con agua, la agarró pero que no la pegó. Que siempre la ha querido y que la compraba comida y ropa. Es la historia de María, o también la de Zineb. No les demos la espalda
Ángel  Gil