domingo, 22 de diciembre de 2013

Rosa y José

Nacieron donde el Ebro guarda silencio. Luego llegaría ese otro que dicen notarse en las cimas del Pirineo para buscar la Palabra y al ser humano. Huesca, su hogar, su familia. Se quedan o vuelven a ella para sumergirse por San Lorenzo vistiendo de blanco con la pañoleta verde mientras el ambiente se llena de olor a albahaca. Aragoneses puros de alma noble que llegaron a esta tierra hace dos años, como otros tantos, por obra de un destino. El otro, fue precisamente el que nos deparó conocerles, gracias a Enrique y Ana que no solo nos presentaron sino que supieron darnos uno de los mejores regalos que pueden hacerse, el descubrir a unas personas que hacen de la humanidad un estilo de vida y de la cercanía y sencillez un modelo a seguir. No conocían esta Ciudad pero han conseguido integrarse, trabajando intensamente desde la milicia y la caridad por los demás. Atrás queda ese querido cuartel de Ingenieros al que has dedicado José, tiempo, esfuerzo, ilusiones, iniciativas, y has conseguido ver que el imborrable nombre del Capitán Arenas luzca a la entrada o que la Ciudad Autónoma de Melilla conceda su Medalla de Oro por la feliz iniciativa de sus Veteranos. En tus palabras dedicaste esta condecoración a los ingenieros que han pasado por Melilla en los últimos quinientos años y que participaron activamente en su construcción desde aquel 1.497 hasta acontecimientos más recientes como el accidente aéreo o la rotura del depósito. Gracias a ellos, también, la vida aquí ha sido más fácil. De Rosa me queda su enorme actividad, su sonrisa contagiosa, también esos desayunos compartidos donde la conversación se centraba sobre aquellos que más lo necesitan. Una tarde cuando iba al despacho y al pasar por delante de Caritas frente al Colegio España, me llamaste, por un instante fui capaz de repasar pasajes de la Biblia cuando observe la cara de una mujer que haciendo cola esperaba su turno o los ojos de aquel niño que sentado a los pies de su madre necesitaba algo más que alimento que llevarse a su boca. Este viernes quisimos acompañaros en el acto de relevo de tu mando como Coronel. De nuevo volvió a ser inolvidable la visita al cuartel, disfrute de un acto protocolario impecablemente diseñado, pero sobre todo volví a escuchar las palabras que hacia tu persona expresaban los que hasta hace un momento habían sido tus subordinados. Mientras el Comandante General de Melilla, Álvaro de la Peña, expresaba el listón tan alto que has dejado. Gracias Rosa Tenas y José Jarne, por habernos dado vuestra amistad y esperamos vuestro regreso muy pronto. Y como decía Carmen Conde “un día nos iríamos nosotros también; no veríamos mas el Gurugú, ni nos empujaría el poniente agrio, ni me asustaría el levante que envuelve la Ciudad con un manto de sal y de niebla. Sería de noche, cuando sale el correo J.J. Sister. La gran lápida del muelle se iría borrando poco a poco; desde muy lejos no se distinguirían las lucecillas del muelle, del faro, y África cesaría, ¿hasta cuándo?, como un inolvidable sueño”
Ángel Gil  

martes, 17 de diciembre de 2013

Háblame del mar

Es por Julio y aun se pone el Sol por Siete Picos. Sales de la radio mientras la Metrópoli se prepara para vivir la noche entre luces de neón. En los cines de la Gran Vía apenas se aguardan colas, un bus arranca sin misericordia y te quedas esperando bajo la marquesina. Y detrás, la Casa del Libro, te detienes para observar “La sombra del viento”, mientras el asfalto va desprendiendo el calor del día y huele a Metro. Acaba de pasar un vagón de la línea uno o cinco y los viajeros salen en masa junto al edificio de Telefónica. Enfilando desde Plaza de España se acerca el 1, cuando subes y consigues sentarte, notas que estamos ya en verano o simplemente que vas en otra dirección. Observo edificios, el Oratorio de Caballero de Gracia, el Círculo de Bellas Artes, las Cariátides, y de frente, Correos, pero tu mente viaja, se alza sobre la Meseta y busca el mar, una vez más o como siempre, en tu mente suena la música de una gaviota en Madrid. Has hablado, con ella, por teléfono pero da igual, solo sabes que vuelves a pensar, que imaginas que viaja a tu lado y parece que escuchas su voz. Llegas a casa, preparas la cena mientras ves la tele y ella sigue presente como hace un rato cuando le hiciste la entrevista en la radio, mientras la música de Pepa Flores sonaba de fondo. Te planteas tantas cosas, puede ser un espejismo o fruto del capricho, es parte de lo desconocido o de aquellos polvos de tiza que un día quedaron en tu jersey o en algo más. Despierta la Capital y tú con ella, ya nada es casual, algo está pasando, e intentas hacer la vida cotidiana, vas a comprar a la Galería, entras por el periódico en el Vips o te bañas en Somontes, pero no consigues apartarla de tu mente. El verano va pasando, es como un paréntesis lleno de incertidumbres. En el buzón, de pronto, como hace años, vuelves a recibir una carta, la lees y comprendes. En Otoño inicias viaje hacia el sur, ya no caben intermediarios, ni silencios, somos nosotros mismos sin disimulos. Llegas y hablamos sin horas, frente al mar, no deseas que esa tarde termine nunca, mientras las gaviotas están posadas ahí en el agua. Te tomas un tiempo, vuelves a tu actividad, a salir por Santa Ana, a ir a Majadahonda o a pasear por Goya y miras más que nunca el calendario. Parece que el tiempo va demasiado lento, surgen tus miedos y observas que todo ese mundo por ti construido se derrumba o que no tiene sentido tu presencia ahí. Te planteas una nueva vida, lejos, y sin embargo no te asusta. No ocultas lo que sientes, lo que escondías desde la adolescencia toma cuerpo, sentido y asumiéndolo, lo abrazas. En la radio vuelcas con palabras un sentimiento y la pecera es tan cómplice como tú. Comienza la cuenta atrás en un Reloj de Sol, supone el cambio que ansias con fuerza. Llega, de nuevo, al final de un Otoño tu momento, donde en positivo y ante los que tu quieres ratificas el pasado que solo unos pocos sabían. Ocho años
Ángel Gil 

lunes, 2 de diciembre de 2013

Ortega, Vera y el Cine

El cine compendia y se basa en todas las artes, las utiliza, trasvasa y recrea, necesita de ellas, las mejora y difunde. Sin la literatura y los escritores, el cine no tendría argumentos. Sin la fotografía, la pintura, la escultura y la arquitectura, no tendrían soporte estético ni justificación teórica. Sin la música y la danza, la luz o el color no podría expresarse su plenitud. Sin las ciencias, la física y la química, la tecnología o la informática, el cine no tendría base material en que sustentarse. El cine, además, conduce a la tecnología hacia el arte, reproduce la luz y el color y eleva el movimiento y el ritmo a las alturas de las artes nobles para generar fantasía, ficción y realidad. Esto leíamos en un libro editado para las primeras Jornadas de Cine y Formación. Profesionales y Tic, que, con carácter internacional, ha tenido esta semana como sede el Campus de Melilla perteneciente a la Universidad de Granada. El Centro Unesco de nuestra Ciudad estaba detrás, como marca de calidad, con las ganas de quienes saben hacer cultura, para todos, desde el silencio del trabajo bien hecho. Melilla sería diferente si no existiera Unesco y Juan Antonio Vera. Una persona que ejerce, desde la vocación, su faceta docente, ya a tantas generaciones de ciudadanos, y que organiza, desde el mencionado Centro, actividades culturales de importancia. En sus recomendaciones para estas Jornadas y dirigidas a educadores, padres, artistas y directores escolares, Vera, nos habla de proporcionar liderazgo, apoyo y asistencia para la enseñanza y al aprendizaje de las artes, estimular al personal, prestar apoyo al desarrollo profesional de los docentes para que sean capaces de fomentar el potencial creativo, crítico e innovador de sus alumnos. Sé a ciencia cierta, por las conversaciones que en distintos momentos he tenido con el Dr. Vera Casares, que no solo lleva a la práctica todas sus reflexiones sino que cree en la importante misión del docente hacia sus enseñantes. El también Dr. Manuel Ortega Caballero, tuvo la idea de crear estas Jornadas, donde se ha hablado también de derecho, economía, ciencias sociales, medicina, psicología, comunicación y protocolo. La conjunción de los doctores Ortega y Vera para más cosas que la docencia funciona en una sociedad como la melillense que necesita del motor de la cultura para seguir progresando. En buena hora Manuel Ortega llegó a ser docente del Campus de Melilla. Estoy convencido que veremos muchos proyectos del Dr. Ortega hecho realidad con el mismo éxito de ver a diario el Salón de Actos del Campus lleno como estos días. Tampoco puedo dejar de mencionar a Paco Gámez, siempre y dispuesto. Mi experiencia de la mesa redonda en la que participe la guardo entre mis mejores momentos ante un auditorio, porque no es solo el exponer, es además sentirte bien y eso sin duda tiene nombres y el trabajo que detrás han llevado durante tanto tiempo. Gracias a Salvador Saavedra, Manuel Ortega por hacer posible que Melilla haya vuelto a ser un referente, por hablar de Cine, por verlo, pero siempre desde la óptica de los valores
Ángel Gil