domingo, 26 de enero de 2014

Poner una pica en Fitur

Hace veinte años, en otro frio Enero, estalló, lo que denominó la prensa, el contencioso de la Bandera de Melilla en la Feria Internacional de Turismo (Fitur). Hoy, como ayer, no puede entenderse que a la dirección de esa Feria se le ocurriese prohibir que la enseña azul fuese izada en la Institución Ferial de Madrid con excusas como que Gibraltar tampoco tenía mástil o que los melillenses estábamos representados por la bandera de Andalucía. Esa fue la respuesta que me dieron como responsable en Fitur de Prensa y Protocolo del Ayuntamiento de Melilla. Nuestra postura ante el despropósito se basaba principalmente en que como expositores teníamos derecho a que ondease la Bandera, rechazando de plano la alusión a la Roca y al paraguas del pabellón blanquiverde.  Comprendí entonces que la solución era compleja al mostrarse la dirección inamovible en sus posiciones. Por otra parte Melilla, junto con Ceuta, continuaban con su ofensiva parlamentaria conjunta a favor de la Autonomía y sobrevolaba el no molestar al vecino del Sur ya de por sí más que inquieto con un posible Estatuto. El tiempo corría en nuestra contra, y la firmeza con la que afrontó el contencioso el entonces Alcalde, Ignacio Velázquez, no parecía que inmutaran a la jerarquía de la Feria. Intensas conferencias telefónicas daban en tiempo real el estado de las negociaciones en Madrid y la estrategia melillense. Fueron momentos de soledad, en la que no cabía el desánimo, donde siempre encontré a mi lado a una persona, que ya no está entre nosotros, y a la quise y admire profundamente, Pascual Barberán Daza, sus consejos pero sobre todo sus conocimientos y su cariño hacia Melilla, ayudaron a resolver la cuestión. La nota de prensa que envíe a los medios de comunicación nacionales ante la discriminación que Melilla sufría debía de hacer efecto. El informativo de la Cadena Ser se hizo eco y el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, llamó a la dirección de Fitur para que colocaran la Bandera de Melilla. Algunos pueden pensar que, en general, lo que disfrutamos en el presente, parece que nada ha costado y que se ha conseguido sin esfuerzo, pero la realidad ha sido y es bien otra. A partir de 1.994 se puso esa pica en el Campo de las Naciones, aún hoy restan bastantes por conseguir. El abusivo precio de los billetes sigue apareciendo como asignatura pendiente, aunque hay ofertas, estas son demasiado escasas sobre todo para un turismo que no termina de llegar o para los residentes que vemos mermadas nuestras escapadas a la Peninsula. Misión muy compleja para la que no existe baritas pero para las que no sirve vender humo. Los alicientes o muy en particular nuestras playas son excelentes pero que no se engañen  hay un mar por medio para llegar a ellas, lo que encarece cualquier iniciativa. Ese mal endémico debe ser resuelto como un verdadero asunto de Estado. El anuncio del concurso marítimo que ha quedado desierto está lleno de incógnitas y precisa de la necesaria aclaración. Hay todavía muchas picas por poner que significaran el esfuerzo de lo conseguido y los logros de un progreso que Melilla necesita  
Ángel  Gil

domingo, 12 de enero de 2014

Cañada borroka

Melilla sufrió en la tarde del viernes con los disturbios de la Cañada una de sus peores jornadas violentas. La preocupación de los ciudadanos era tan evidente que fueron, de nuevo, horas pendientes de las redes sociales en busca de una información que, sorprendentemente, solo llegaba por esa vía y por llamadas de móvil. En la calle había menos transeúntes y los mensajes que se enviaban por teléfono recomendaban retirarse a casa o no salir de ella. Las imágenes que iban llegando más parecían las luchas callejeras en el norte de España y hacía mucho tiempo que no se veían por aquí. Lo ocurrido en esa zona de Melilla ha colmado la gota de un vaso que se ha ido llenando, en las últimas semanas, con los robos de móviles y dinero por parte de pandillas con capuchas, así como por los alunizajes, seis robos en mes y medio, en diversos comercios principalmente en el sector de las farmacias. Melilla se siente insegura pese a los esfuerzos de los cuerpos y fuerzas de seguridad. Este es el sentimiento de unos ciudadanos que exigen más medios contra la delincuencia y una mayor presencia de policías en las calles, ya de manera estable. Mirar hacia otro lado, dedicar tiempo y dinero a cuestiones innecesarias, minimizar la realidad o ver la vida desde coches oficiales o con los comentarios de los aduladores es no querer saber que está pasando. Si Melilla se caracterizó por algo, era por su seguridad pero ni los tiempos son comparables ni la delincuencia actúa con los mismos medios. Otra zona en la que hay que intensificar la vigilancia policial es El Pueblo, como consecuencia de los menores que allí deambulan para observar el tráfico marítimo y como buscar la forma de colarse en los barcos hacia la Península. En los disturbios de la Cañada se trataba de grupos organizados que durante más de siete horas establecieron enfrentamientos con la policía a base del lanzamiento de piedras, cocteles molotov, a la que dispararon con arma de fuego, mientras sembraban las calles de barricadas y quemaban contenedores y vehículos. El resultado final ha sido: trece policías heridos. A ellos y al resto de compañeros esta sociedad les debe que el balance no haya sido superior pero sobre todo que, las consecuencias, para la población, hoy, lo tuviéramos que lamentar aún más. Para los cuerpos y fuerzas de seguridad todos los medios que se empleen son pocos para una mayor efectividad, protección, y su necesaria dignidad como trabajadores y personas. En esta hora no hay que interpretar causas para la violencia ejercida por estos desalmados que han roto el orden público, sino simplemente que para ellos deben tener sus consecuencias. Ahora llega el análisis de lo ocurrido que debe ser realista, muy lejos de utilizar políticas del avestruz, que no solo enquistan los temas sino que pasan factura. Una sociedad avanzada es sin duda aquella, en la que entre otras cosas, la seguridad existe, y que se traduce para los ciudadanos en la práctica de la libertad de movimientos y para el delincuente en la condena que sus actos llevan aparejados
Ángel Gil

domingo, 5 de enero de 2014

Valor se escribe con M

Piensen como si fueran concursantes de Pasa Palabra, pero con todo el tiempo del mundo. Les puedo dar sugerencias que ahora me vienen a la memoria, Melilla, Madre, Mujer, Marinero, Militar, Médico, pero desde ayer incluyo la de un apellido que empieza con esa letra, la del periodista de Intereconomía, Cake Minuesa. Hemos empezado el año, de nuevo, con los asesinos etarras danzando a sus anchas, desafiantes, amparados por un Auto que no es que sea un borrón, es que peor, imposible. Santiago y cierra ya. Con razón ayer en una entrevista el presidente de la Asociación Dignidad y Justicia, Luis Portero, mostraba su desconfianza sobre el Juez Pedraz. Precisamente esta Asociación había pedido a la Audiencia Nacional que prohibiera el acto en el que participarían 63 etarras recientemente excarcelados. En una denuncia presentada ante el Juzgado de Guardia de la Audiencia Nacional, Dignidad y Justicia considera que la comparecencia pública y posterior comida de los excarcelados tiene como objetivo "mostrar su apoyo y solidaridad, con el consiguiente homenaje, al resto de miembros de la organización terrorista ETA que aún se encuentran encarcelados". La asociación denunciante cree que este acto podría constituir un delito de enaltecimiento del terrorismo. Después de ver por televisión el aquelarre que significa reunirse los que han quitado la vida a más de trescientas personas, todo lo dicho por las víctimas del terrorismo etarra se ha vuelto a cumplir. Ellas son las únicas que sufren y a las que una vez más se las afrenta públicamente. Pero en toda esta situación de escurrir el bulto o de inacción, llámenla como quieran, ha aparecido un periodista, Cake Minuesa, que ha sido capaz de decirles en la cara a los asesinos lo que un bien nacido piensa. Fue al final del alegato de los que tienen las manos manchadas de sangre, cuando Minuesa les invito a que pidiesen perdón por las muertes y se arrepintiesen, y la respuesta de esa banda fue que si el periodista quiere protagonismo, igual lo puede buscar en el circo. Siguió por recordar a los asesinados, de los que nadie habla de ellos y les recordó a los etarras que no tienen la hombría, la dignidad y la vergüenza de pedir perdón. Les preguntó que han ganado matando y dijo Minuesa que habla en nombre de la paz y de la dignidad. En ese momento, fue sacado entre cuatro individuos mientras le decían que ya había montado el espectáculo. Los bandidos enmudecieron ante la verdad, antes se rieron y lo hacen, no solo de los familiares que han perdido a los suyos bajo sus balas asesinas, sino de toda esta sociedad. Una vez más basta ya, ante tanta infamia pero sobre todo ante la cobardía que supone consentir actos así
Ángel Gil