lunes, 31 de marzo de 2014

Funerales de Estado

Aquel equipo profesional (dependiente de Presidencia del Gobierno) y que diseñe un acto de estas características debe basarse en la liturgia, las normativas nacionales, el ceremonial y en los honores militares. Pero lo primero que debemos descubrir es que significa un Funeral de Estado, son aquellos que únicamente se celebran en memoria de ex jefes de Estado o de Gobierno u otras personalidades de relevancia histórica y, en algunos casos, las víctimas de atentados terroristas. En España, en los últimos años, podemos destacar los organizados por el ex presidente Leopoldo Calvo – Sotelo o por los 191 asesinados el 11 de Marzo de 2.004 en Madrid. Son complicados de organizar, están presididos por un Cardenal y oficiados concelebradamente, invitándose a  autoridades del Estado, extranjeras y Cuerpo Diplomático. Existe otra denominación, la de Funeral Oficial, cuyo ejemplo más cercano lo encontramos en el accidente ferroviario del Alvia Madrid-Ferrol en 2.013 que tuvo lugar en la Catedral de Santiago. En las ceremonias de Estado, el cuerpo del fallecido no siempre es necesario que esté presente en el recinto sagrado. Si así fuere, el féretro será custodiado por una guardia de honor y será trasladado en un armón de artillería para recorridos relativamente cortos o en un furgón fúnebre si el itinerario es largo. Los días que separan la muerte de la ceremonia del Funeral de Estado permiten cuidar hasta el más mínimo detalle todo lo necesario para este ceremonial. Mañana Lunes a las 19 horas y en la Catedral de la Almudena en Madrid se celebrará el Funeral de Estado por el ex presidente Suarez. La ubicación y emplazamiento de los invitados seguirán las normas de precedencia que indica el Protocolo. Tomando como ejemplo el de Calvo-Sotelo, podríamos ordenarlo de la siguiente forma. A la familia del difunto se le reserva un lugar privilegiado en el Templo, situándose en las primeras filas de la nave central. Sus Majestades los Reyes ocupan un espacio preferente al lado del libro del Evangelio, detrás sus Altezas Reales, los Príncipes de Asturias. En cuanto a los primeros bancos del lado del Evangelio irán colocados, los presidentes del: Gobierno, Congreso y Senado, Tribunal Constitucional y del Consejo del Poder Judicial. Junto a ellos la vicepresidenta del Gobierno y el resto de miembros del Ejecutivo. Le seguirán por este orden los ex presidentes del Gobierno, González, Aznar y Zapatero. A continuación los presidentes autonómicos, el jefe de la oposición, Alcaldesa de Madrid y otras autoridades y miembros de partidos políticos con representación parlamentaria. El país que acoge el Funeral de Estado se dirige a las embajadas para invitarlas a asistir. Corresponde a esa nación decidir quién encabezara la delegación  En cuanto al vestuario para el funeral todas las personas que asistan lo harán de riguroso luto. El himno nacional se hace sonar en tres ocasiones: al hacer su entrada la Familia Real, en la Comunión y a la salida del Templo. En este Funeral se intenta coordinar la oración con el Protocolo. Ángel Gil  

domingo, 23 de marzo de 2014

Jose Luis Martín Tapia

  Al recibir la Cruz Distinguida de primera clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort, dijo: siempre he trabajado con ilusión, y, a veces, con apasionamiento, tratando de buscar la solución más acorde con la Ley, huyendo del rigorismo exacerbante. Esta fórmula sacada de las palabras de José Luís Martín Tapia podríamos aplicarla a otros trabajos, pero aquí se hace hacia este sagrado que es impartir Justicia, de ella hablamos, también la que afecta a hombres y mujeres, que acuden a solicitarla o de los profesionales que la pedimos en nombre de los demás. Según Ulpiano, la Justicia es la contante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho. Platón se centraba en la armonía social y Aristóteles como igualdad proporcional. Como decía el jurista Ángel Ossorio, la Justicia no es fruto del estudio sino una sensación. No consiste en sólo saber Derecho, sino en conocer la vida. Tal vez por eso, las personas que le tratan definen a Martín Tapia como afable, sencillo, humano y en el aspecto laboral, como lo calificó el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Lorenzo del Río, tiene los síntomas de un buen Juez, solvente, responsable y eficaz, contribuyendo a mejorar la Justicia en España y en Melilla. Cuarenta años de vida laboral ha desempeñado Martín Tapia, ocho de ellos en nuestra Ciudad, y como me decía el otro día, han sido los más gratificantes de su carrera, al encontrarse con un equipo humano con el que se ha sentido identificado y con los que ha sido fácil trabajar. La Orden civil de San Raimundo de Peñafort que le ha otorgado el Consejo de Ministros, lleva aparejada el tratamiento de Señoría, y se concede por los méritos relevantes a cuantos intervienen en la Administración de Justicia, estudio del Derecho y servicios. Hablar del presidente de la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Málaga, José Luís Martín Tapia, mas allá de la Sala de Vistas o de su propio despacho, nos lleva a definirle como alguien que basa el humanismo en las relaciones con los demás, y que cumple con los parámetros del saber ser, saber estar y saber funcionar, en sus aspectos personales, sociales y laborales. Le conocí apenas recién llegado a Melilla y al cabo de meses al coincidir en las Torres, simplemente me dijo que trabajaba allí. En esta sociedad que vivimos actitudes como la de nuestro protagonista no son habituales y nos enseñan, desde la grandeza de la persona, otra forma de entender la vida. Sin duda que cuando llegue la hora de su jubilación los que trabajamos en el ámbito de la Justicia echaremos en falta a un jurista de la valía de José Luis Martín Tapia. Mi más cordial enhorabuena por el reconocimiento a su trabajo que supone la concesión de esta Cruz de San Raimundo de Peñafort. Pero desde el respeto que me merece su persona y ocupación, para este columnista siempre será mi vecino. Ángel Gil  

domingo, 16 de marzo de 2014

El 11 M que viví

Siempre amanecía temprano. Hasta mis ventanas llegaba el ruido de tráfico de la Nacional II. Aquella mañana era fría y nubosa. La radio acompañaba, como cada jornada, mientras te afeitabas o tomabas un café, tampoco podías entretenerte demasiado, el reloj corría para llegar al trabajo, de fondo, noticias locales, la última crónica de campaña y los colapsos en las carreteras de entrada a la Capital. De pronto, el ritmo habitual de las emisoras se rompe, el escalofrío te recorre cuando hablan de explosiones, heridos y muertos en unos trenes. De nuevo el terror atenaza Madrid, la confusión embarga el ambiente, comienza el incesante hilo musical de las ambulancias y las personas caminan más deprisa. La radio se vuelve compañera en horas amargas ante la certeza de lo que ocurre. El ser humano anónimo vuelve a ser víctima inocente ante unos desalmados a los que les da igual las consecuencias, el número de damnificados, el color o las ideas, solo ahogan sus ansias de sangre al observar la masacre. Precisamente, durante una larga temporada, fui usuario habitual de los Cercanías en Atocha, para ir a trabajar, y me podía haber tocado a mí. Nadie queda exento de este zarpazo aniquilador, ese es el asco que nos producen los asesinos. Con las imágenes por televisión llega a constatarse la magnitud de lo causado, aquel joven ensangrentado con un ojo abierto y el otro hinchado se convierte en un símbolo. Igual que las velas, que encendidas recuerdan a aquellos que subidos en los Cercanías les rompieron ilusiones, anhelos, esperanzas o la propia vida. Aquella, entre otras, que perdió una socia de una casa regional en Alcalá, una mujer luchadora que se desvivía por sus raíces desde ese movimiento cultural y a la cual propuse homenajear desde la Federación madrileña, en la Estación de Atocha, junto al resto de los ciento noventa asesinados. Hay un antes y un después de aquel 11 de Marzo de 2.004. Una mañana en la que comprobamos hasta donde es capaz de llegar el odio de unos pero al mismo tiempo, en otros, crece la solidaridad, entrega y abnegación. Gracias también a las fuerzas y cuerpos de la seguridad del Estado, personal sanitario, bomberos y protección civil por su impagable servicio. Otro recuerdo que me trae aquella jornada es el silencio sonoro que escuche mientras andaba por las calles de Madrid, un silencio de respeto pero también de orfandad, por los sueños rotos, en segundos, de cientos de personas, vecinos nuestros. Los móviles no paraban de sonar, al otro lado la incredulidad y el miedo por si te había tocado esta ruleta de muerte, con solo una respuesta, volvía la tranquilidad y el dar gracias al Cielo por oír a ese amigo o familiar. En esta sociedad no tienen cabida los terroristas y somos los ciudadanos los que unidos debemos decir: ¡basta ya!  a estas bandas, células, se llamen como se llamen. Ya se han cumplido diez años del mayor atentado de la historia de Europa, y España, sigue amenazada. Aún hay cabos sueltos
Ángel Gil 


domingo, 2 de marzo de 2014

Utopía de Ortega

Dice Margarida Pedroso de Lima que en la ondulada Coimbra conoció y sobre todo descubrió a Manuel Ortega Caballero. Fue una vetusta tarde de verano cuando hay tiempo para hablar de San Agustín o de Italo Calvino, de ciudades y hombres, porque cada uno de nosotros llevamos una, hecha con diferencias, sin figuras y sin formas, a las que particularmente rellenar. El salón de Actos del Campus de Melilla fue testigo, hace unos días, de la presentación de un nuevo libro, Utopía, del profesor de la Universidad de Granada, Manuel Ortega Caballero. El poemario, que lee en la vida, recorre cuatro ciudades imaginarias, Pandora, Atlántida, Metrópolis y Zión, además del reino de Sildavia. La interpretación que hace el autor de ellas es en Pandora, la serenidad y la potencia de la naturaleza que nos invade nuestro cuerpo y lo que vivimos. En Atlántida, nos lleva a la esencia del agua, a lo sencillo, a la felicidad en sí misma. Metrópolis, es perspectiva de futuro, proyecciones para la vida de cada uno. En Zión hace un homenaje a las almas que en mitad de la noche susurran. Y el país imaginario de Sildavia, se centra en esa tierra rica y pobre en tristezas, donde el mañana no es problema, porque el tiempo pasa tan despacio que no tenemos miedo de perdernos. La Unión y Tintín, el efímero hechizo de la tierra. En las páginas de Utopía se nota que se ha vivido y se invita al lector a hacerlo, desde la esencia de la palabra vividor, tan tristemente denostada pero que significa un disfrute del don más preciado para cualquier ser humano. Manolo Ortega cree en la utopía para compartirla desde la reflexión para deshilachar la indiferencia y el conformismo que tanto nos atenaza, que nos vuelve serviles, amordazando la palabra, convirtiéndonos en masa, mientras alguien impone la mediocridad para que adoren su nombre. Es la hora de los poetas, donde la amistad dura para siempre, y encontramos en la mirada de un niño, eternas sonrisas. Para estar loco escribiendo cartas de amor, leer en unas manos, y en el Cielo jugar a la comba con el arco iris, encontrar un amanecer tras una noche gratuita, porque no es un espacio, tiempo entre dos olvidos, sino el alma profunda de unas manos, solo así el comienzo de nosotros será suficiente. Ortega nos transporta en Utopía a lo cotidiano, para dar gracias a dos labios que se muerden, a caminar por una playa blanca, al sabor de la yerbabuena, a una mariposa para ser solo aquello que pretendas. El libro es de esos para saborear despacio, para pensar en lo que hemos vivido y para seguir escribiendo en las páginas vírgenes de nuestro íntimo diario. Así y solo así amanecería anocheciendo, sonreiría sin miedo y despertaría durmiendo. Ama y haz lo que quieras dijo el Santo de Hipona. Gracias Manolo Ortega Caballero por el vitalismo de tus líneas, al escribir de lo Divino siendo profundamente humano, para soñar leyendo, con una taza de alegría, dos terrones de sinceridad y sonreír con el aroma de los versos. Ángel Gil