Aquel equipo profesional (dependiente de
Presidencia del Gobierno) y que diseñe un acto de estas características debe
basarse en la liturgia, las normativas nacionales, el ceremonial y en los
honores militares. Pero lo primero que debemos descubrir es que significa un
Funeral de Estado, son aquellos que únicamente se celebran en memoria de ex
jefes de Estado o de Gobierno u otras personalidades de relevancia histórica y,
en algunos casos, las víctimas de atentados terroristas. En España, en los
últimos años, podemos destacar los organizados por el ex presidente Leopoldo
Calvo – Sotelo o por los 191 asesinados el 11 de Marzo de 2.004 en Madrid. Son
complicados de organizar, están presididos por un Cardenal y oficiados
concelebradamente, invitándose a autoridades del Estado, extranjeras y Cuerpo
Diplomático. Existe otra denominación, la de Funeral Oficial, cuyo ejemplo más
cercano lo encontramos en el accidente ferroviario del Alvia Madrid-Ferrol en
2.013 que tuvo lugar en la Catedral de Santiago. En las ceremonias de Estado,
el cuerpo del fallecido no siempre es necesario que esté presente en el recinto
sagrado. Si así fuere, el féretro será custodiado por una guardia de honor y
será trasladado en un armón de artillería para recorridos relativamente cortos
o en un furgón fúnebre si el itinerario es largo. Los días que separan la
muerte de la ceremonia del Funeral de Estado permiten cuidar hasta el más
mínimo detalle todo lo necesario para este ceremonial. Mañana Lunes a las 19
horas y en la Catedral de la Almudena en Madrid se celebrará el Funeral de
Estado por el ex presidente Suarez. La ubicación y emplazamiento de los
invitados seguirán las normas de precedencia que indica el Protocolo. Tomando
como ejemplo el de Calvo-Sotelo, podríamos ordenarlo de la siguiente forma. A
la familia del difunto se le reserva un lugar privilegiado en el Templo,
situándose en las primeras filas de la nave central. Sus Majestades los Reyes
ocupan un espacio preferente al lado del libro del Evangelio, detrás sus
Altezas Reales, los Príncipes de Asturias. En cuanto a los primeros bancos del
lado del Evangelio irán colocados, los presidentes del: Gobierno, Congreso y
Senado, Tribunal Constitucional y del Consejo del Poder Judicial. Junto a ellos
la vicepresidenta del Gobierno y el resto de miembros del Ejecutivo. Le
seguirán por este orden los ex presidentes del Gobierno, González, Aznar y
Zapatero. A continuación los presidentes autonómicos, el jefe de la oposición,
Alcaldesa de Madrid y otras autoridades y miembros de partidos políticos con
representación parlamentaria. El país que acoge el Funeral de Estado se dirige
a las embajadas para invitarlas a asistir. Corresponde a esa nación decidir
quién encabezara la delegación En cuanto
al vestuario para el funeral todas las personas que asistan lo harán de
riguroso luto. El himno nacional se hace sonar en tres ocasiones: al hacer su
entrada la Familia Real, en la Comunión y a la salida del Templo. En este
Funeral se intenta coordinar la oración con el Protocolo. Ángel Gil
lunes, 31 de marzo de 2014
domingo, 23 de marzo de 2014
Jose Luis Martín Tapia
Al recibir la Cruz Distinguida de
primera clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort, dijo: siempre he
trabajado con ilusión, y, a veces, con apasionamiento, tratando de buscar la
solución más acorde con la Ley, huyendo del rigorismo exacerbante. Esta fórmula
sacada de las palabras de José Luís Martín Tapia podríamos aplicarla a otros
trabajos, pero aquí se hace hacia este sagrado que es impartir Justicia, de
ella hablamos, también la que afecta a hombres y mujeres, que acuden a
solicitarla o de los profesionales que la pedimos en nombre de los demás. Según
Ulpiano, la Justicia es la contante y perpetua voluntad de dar a cada uno su
derecho. Platón se centraba en la armonía social y Aristóteles como igualdad proporcional.
Como decía el jurista Ángel Ossorio, la Justicia no es fruto del estudio sino
una sensación. No consiste en sólo saber Derecho, sino en conocer la vida. Tal
vez por eso, las personas que le tratan definen a Martín Tapia como afable,
sencillo, humano y en el aspecto laboral, como lo calificó el presidente del
Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Lorenzo del Río, tiene los síntomas
de un buen Juez, solvente, responsable y eficaz, contribuyendo a mejorar la
Justicia en España y en Melilla. Cuarenta años de vida laboral ha desempeñado
Martín Tapia, ocho de ellos en nuestra Ciudad, y como me decía el otro día, han
sido los más gratificantes de su carrera, al encontrarse con un equipo humano
con el que se ha sentido identificado y con los que ha sido fácil trabajar. La
Orden civil de San Raimundo de Peñafort que le ha otorgado el Consejo de
Ministros, lleva aparejada el tratamiento de Señoría, y se concede por los
méritos relevantes a cuantos intervienen en la Administración de Justicia,
estudio del Derecho y servicios. Hablar del presidente de la Sección Séptima de
la Audiencia Provincial de Málaga, José Luís Martín Tapia, mas allá de la Sala
de Vistas o de su propio despacho, nos lleva a definirle como alguien que basa
el humanismo en las relaciones con los demás, y que cumple con los parámetros
del saber ser, saber estar y saber funcionar, en sus aspectos personales,
sociales y laborales. Le conocí apenas recién llegado a Melilla y al cabo de
meses al coincidir en las Torres, simplemente me dijo que trabajaba allí. En
esta sociedad que vivimos actitudes como la de nuestro protagonista no son
habituales y nos enseñan, desde la grandeza de la persona, otra forma de entender
la vida. Sin duda que cuando llegue la hora de su jubilación los que trabajamos
en el ámbito de la Justicia echaremos en falta a un jurista de la valía de José
Luis Martín Tapia. Mi más cordial enhorabuena por el reconocimiento a su
trabajo que supone la concesión de esta Cruz de San Raimundo de Peñafort. Pero
desde el respeto que me merece su persona y ocupación, para este columnista
siempre será mi vecino. Ángel Gil
domingo, 16 de marzo de 2014
El 11 M que viví
Siempre amanecía temprano. Hasta mis
ventanas llegaba el ruido de tráfico de la Nacional II. Aquella mañana era fría
y nubosa. La radio acompañaba, como cada jornada, mientras te afeitabas o
tomabas un café, tampoco podías entretenerte demasiado, el reloj corría para
llegar al trabajo, de fondo, noticias locales, la última crónica de campaña y
los colapsos en las carreteras de entrada a la Capital. De pronto, el ritmo
habitual de las emisoras se rompe, el escalofrío te recorre cuando hablan de explosiones,
heridos y muertos en unos trenes. De nuevo el terror atenaza Madrid, la
confusión embarga el ambiente, comienza el incesante hilo musical de las
ambulancias y las personas caminan más deprisa. La radio se vuelve compañera en
horas amargas ante la certeza de lo que ocurre. El ser humano anónimo vuelve a
ser víctima inocente ante unos desalmados a los que les da igual las
consecuencias, el número de damnificados, el color o las ideas, solo ahogan sus
ansias de sangre al observar la masacre. Precisamente, durante una larga
temporada, fui usuario habitual de los Cercanías en Atocha, para ir a trabajar,
y me podía haber tocado a mí. Nadie queda exento de este zarpazo aniquilador,
ese es el asco que nos producen los asesinos. Con las imágenes por televisión llega
a constatarse la magnitud de lo causado, aquel joven ensangrentado con un ojo
abierto y el otro hinchado se convierte en un símbolo. Igual que las velas, que
encendidas recuerdan a aquellos que subidos en los Cercanías les rompieron
ilusiones, anhelos, esperanzas o la propia vida. Aquella, entre otras, que
perdió una socia de una casa regional en Alcalá, una mujer luchadora que se
desvivía por sus raíces desde ese movimiento cultural y a la cual propuse
homenajear desde la Federación madrileña, en la Estación de Atocha, junto al
resto de los ciento noventa asesinados. Hay un antes y un después de aquel 11
de Marzo de 2.004. Una mañana en la que comprobamos hasta donde es capaz de
llegar el odio de unos pero al mismo tiempo, en otros, crece la solidaridad,
entrega y abnegación. Gracias también a las fuerzas y cuerpos de la seguridad
del Estado, personal sanitario, bomberos y protección civil por su impagable
servicio. Otro recuerdo que me trae aquella jornada es el silencio sonoro que
escuche mientras andaba por las calles de Madrid, un silencio de respeto pero
también de orfandad, por los sueños rotos, en segundos, de cientos de personas,
vecinos nuestros. Los móviles no paraban de sonar, al otro lado la incredulidad
y el miedo por si te había tocado esta ruleta de muerte, con solo una
respuesta, volvía la tranquilidad y el dar gracias al Cielo por oír a ese amigo
o familiar. En esta sociedad no tienen cabida los terroristas y somos los
ciudadanos los que unidos debemos decir: ¡basta ya! a estas bandas, células, se llamen como se
llamen. Ya se han cumplido diez años del mayor atentado de la historia de
Europa, y España, sigue amenazada. Aún hay cabos sueltos
Ángel Gil
domingo, 2 de marzo de 2014
Utopía de Ortega
Dice Margarida Pedroso de Lima que en la
ondulada Coimbra conoció y sobre todo descubrió a Manuel Ortega Caballero. Fue
una vetusta tarde de verano cuando hay tiempo para hablar de San Agustín o de Italo
Calvino, de ciudades y hombres, porque cada uno de nosotros llevamos una, hecha
con diferencias, sin figuras y sin formas, a las que particularmente rellenar. El
salón de Actos del Campus de Melilla fue testigo, hace unos días, de la
presentación de un nuevo libro, Utopía, del profesor de la Universidad de
Granada, Manuel Ortega Caballero. El poemario, que lee en la vida, recorre
cuatro ciudades imaginarias, Pandora, Atlántida, Metrópolis y Zión, además del
reino de Sildavia. La interpretación que hace el autor de ellas es en Pandora,
la serenidad y la potencia de la naturaleza que nos invade nuestro cuerpo y lo
que vivimos. En Atlántida, nos lleva a la esencia del agua, a lo sencillo, a la
felicidad en sí misma. Metrópolis, es perspectiva de futuro, proyecciones para la
vida de cada uno. En Zión hace un homenaje a las almas que en mitad de la noche
susurran. Y el país imaginario de Sildavia, se centra en esa tierra rica y
pobre en tristezas, donde el mañana no es problema, porque el tiempo pasa tan
despacio que no tenemos miedo de perdernos. La Unión y Tintín, el efímero
hechizo de la tierra. En las páginas de Utopía se nota que se ha vivido y se
invita al lector a hacerlo, desde la esencia de la palabra vividor, tan
tristemente denostada pero que significa un disfrute del don más preciado para
cualquier ser humano. Manolo Ortega cree en la utopía para compartirla desde la
reflexión para deshilachar la indiferencia y el conformismo que tanto nos
atenaza, que nos vuelve serviles, amordazando la palabra, convirtiéndonos en
masa, mientras alguien impone la mediocridad para que adoren su nombre. Es la
hora de los poetas, donde la amistad dura para siempre, y encontramos en la
mirada de un niño, eternas sonrisas. Para estar loco escribiendo cartas de
amor, leer en unas manos, y en el Cielo jugar a la comba con el arco iris, encontrar
un amanecer tras una noche gratuita, porque no es un espacio, tiempo entre dos
olvidos, sino el alma profunda de unas manos, solo así el comienzo de nosotros
será suficiente. Ortega nos transporta en Utopía a lo cotidiano, para dar
gracias a dos labios que se muerden, a caminar por una playa blanca, al sabor
de la yerbabuena, a una mariposa para ser solo aquello que pretendas. El libro
es de esos para saborear despacio, para pensar en lo que hemos vivido y para
seguir escribiendo en las páginas vírgenes de nuestro íntimo diario. Así y solo
así amanecería anocheciendo, sonreiría sin miedo y despertaría durmiendo. Ama y
haz lo que quieras dijo el Santo de Hipona. Gracias Manolo Ortega Caballero por
el vitalismo de tus líneas, al escribir de lo Divino siendo profundamente
humano, para soñar leyendo, con una taza de alegría, dos terrones de sinceridad
y sonreír con el aroma de los versos. Ángel
Gil
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