domingo, 13 de septiembre de 2015

Padre Serafin

De tierra de califas llegaste, desde la llana ciudad donde en el albero dieron tardes de gloria, Lagartijo, Guerrita, Machaquito, Manolete y Manuel Benítez. Donde nos descubrió Romero de Torres a aquella mujer, morena, de ojos profundos. En Córdoba naciste e hiciste carrera en Derecho. Y eso te marcó que aún hoy, al conversar despacio contigo salen procedimientos llevados, pero sobre todo se nota que la Toga que tú un día llevaste tenía su alma, y entonces aparecen las necesidades de aquel que defendiste como si de algo tuyo se tratase, para olvidarlo después porque si no sería imposible seguir en el camino de la vida. Para mí siempre serás compañero, y ha sido tanto en lo que hemos conectado que me he permitido consultarte con la absoluta convicción que tus conocimientos pero sobre todo tus valores me han hecho poner luz en cada expediente. En las Ciencias del Foro, publicada en Madrid en 1.794, se decía “es necesario que un Abogado lea la historia santa y profana, antigua y moderna, los Padres de la Iglesia, los Concilios generales”. No sé si por eso, pero un día recibiste una llamada... “La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Entonces en ese sillón pensaste una tarde en colgar tu Toga y dedicarte a anunciar la Buena nueva. No debió de ser fácil y aún en tierras de Castilla, en la soledad de una habitación, aún resonaban los estrados, los códigos abiertos y los papeles que no parecían dejar ver el camino de Emaús que tú ya habías emprendido. Al final pudo más servir a la Vida y el Obispo de Málaga te destinó a Melilla, para bien de este pueblo de Dios y de la Iglesia. Fue hace tres años, te encomendaron la Parroquia de la Medalla Milagrosa, para sustituir a otro inolvidable Padre, Javier. Allí en Batería Jota, en el Sagrado Corazón o en la Purísima Concepción supiste, como dice S.S. el Papa Francisco en sus meditaciones, entrar en diálogo con los hombres y las mujeres de hoy para entender sus expectativas, sus dudas, sus esperanzas, y poder ofrecerles el Evangelio, es decir Jesucristo. Gracias Padre Serafín por tu ejemplo, entrega, sacrificio, por acogernos a todos pese a nuestros pecados. El recuerdo que siempre tendré de tus Eucaristías es la alegría con la que difundes la Palabra, por eso cuando salgo voy lleno y solo espero que caigan en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, den fruto. Que produzcan treinta, sesenta, o ciento. Ahora toca, difícilmente, decirte adiós de Melilla. Cuando me llegó la noticia no la creía, y pensé esto no puede pasar. Costará que no te veamos por las calles o en el Campus, que no podamos acudir a tí para buscar esa palabra que reconforta, sabiendo que te tenemos en cualquier momento. Las nuevas tecnologías seguro que no permitirán que se rompa lo bien construido y en Málaga sabemos donde poder reencontrarnos para recibir ese abrazo fraternal o escuchar tu sonrisa que contagia. Que la Virgen de la Victoria te ayude en tu caminar por difícil que sea el momento y como me decías ayer que la Luz del Espíritu sea tu guía. Querido Padre Serafín esta Melilla hospitalaria, te espera siempre, deja sus puertas abiertas para la buena gente que con su ejemplo de vida nos ha dado tanto.
Ángel Gil