lunes, 18 de abril de 2016

Gabriela y Noel

                                           

Hoy la columna va por todos aquellos que un día partieron, dejando casa, paisajes y familia, buscando visa para un sueño. Desde Santo Domingo, Gabriela llegó a Melilla en 2.014 junto a su madre y hermano. Su padre fue avanzadilla dos años antes en busca de otra vida en este sur del sur. Hay personas a las que nunca creías ibas a conocer simplemente porque no había surgido ocasión. Dicen que el destino aguarda en un recodo de nuestra vida donde menos lo esperas y si es buena la ocasión hay que saber aprovecharlo y si no lo es, también hay que aprender. Sin quererlo, Carmen, mi mujer, me ha brindado la oportunidad de conocer a unas personas que merecen la pena, Edison, Yanka, Yadiel y Gabriela. En una sociedad profundamente materialista donde lo que se lleva es que más eres si mas posees, encontrarte a quienes aportan valores a todo cuanto hacen, merece la oportunidad de pararte e ir conociéndolos lentamente, sin prisas, descubriendo que otra existencia es posible, tal vez no la concordante con la mayoría pero si la que te llena. Cuando observas que aún hay ojos limpios a los que mirar y personas sin caretas, decides tirar al cesto de los papeles tanto color del dinero, las zancadillas, los pelotas o el postureo. Nada vale más que la existencia y en ella el saber compartir con otros, dar un abrazo sincero o sonreír. Todo esto no puede comprarse pero merece la pena sentir y hacerlo sentir. Ayer participé de la Comunión de Gabriela y observe a una niña feliz, a la que deseo que no deje de ser como es. Compartí la alegría profunda de su comunidad por el paso que una pequeña daba en el camino de la vida. Y en el almuerzo descubrí a Noel, un seminarista dominicano que pasa una temporada destinado entre nosotros. Su hablar pausado te trae el recuerdo de su tierra, de esa madre que ya hizo el viaje sin retorno pero que sigue sus pasos por esa Florencia donde se forma para ser sacerdote. Observador del mundo para conocer realidades como las de Brasil, Méjico, Holanda o de la propia Italia donde reside y percibe las peculiares formas de uso del idioma. Con Noel aprendí en una cálida tarde de Abril, me pasé horas hablando y aún nos quedan otras cuantas. No le voy a negar que el vínculo de la fe de ambos hizo todo pero también su ejemplo, su saber estar y el cariño con el que habla de su viejito allá en Santo Domingo o de esa única hermana que vive en la vieja Europa. En Junio regresa a Florencia para seguir estudiando y llegar a ser muy pronto ese operario que necesita la mies que es mucha. Este sábado el azar nos situó en la misma mesa, ahora pienso que tal vez no fue fruto de la casualidad sino más bien que en un recodo de la vida…  
Ángel Gil