Lo buscamos demasiado tiempo. Tal vez debíamos
extrañarnos para poner en marcha la película de nuestra vida en aquel punto
donde nos quedamos. Y entonces dejar aparte lo que nos fue pasando y mejorar
nuestra existencia. Hemos aprendido precisamente desde aquel día en que fuimos capaces
de escribir renglones juntos. Tu mirada enciende y tu presencia calma. Entendí
en aquella mañana que podíamos empezar a compartir y crear un mundo a la medida
que quisiéramos. Todo pasa pero al final nos quedamos tú y yo, en una charla
sin horas, en un paseo sin más límite que una vuelta a atrás de unos zapatos.
Un día dijimos que solo nuestras manos podían ser capaces de mover el mundo. Y
por eso hacemos, nos damos, seguimos teniendo Fe, valoramos a otros y apartamos
aquello que no aporta. Juntos: somos, construimos, resolvemos, descubrimos la
bondad, ponemos una señal en el camino pero seguimos en el. Gracias por las
pequeñas cosas, por tu sonrisa contagiosa, por tu mente limpia y por volvernos a ver después de tu jornada y
la mía, sólo así puedo soportar tu ausencia. Fueron demasiados años los que
nuestros raíles se despegaron, los que aquellas cartas que, aún conservo,
servían para hacerme creer vivo lo que aún dormía. Llegaría el instante, mientras
la distancia luego supimos que no era tanta y debíamos equivocarnos, formarnos
sin descanso e ir anhelando el regreso. Un camino de tierra, hecho con pisadas
firmes y otras titubeantes, pero en aquel recodo de las ondas y cuando volvimos
a hablar del mar, surgió la luz. Cada vez existen más lugares que saben a ti…el
mar en atardeceres de agosto, la pizarra con la silueta de un uniforme, esa
puerta del Templo que se entreabría o ese parque cuando te dejaba en tu casa. ¿Lo
ves?. Si no tenemos amor ya no somos nada
Ángel
Gil