domingo, 25 de febrero de 2018

Cuentame del comunismo Federico


Jiménez Losantos despierta España y su conciencia. Comunicador en torno a una mesa redonda magistral. Aragonés de Teruel que dejó de ser marxista por ser español. Admirador de la lengua de Cervantes al ser ella quien, a pesar de ser pobre, le permitió estudiar. Renunciar a lo nuestro y ser capaces de exhibir en ropa o algo más o a la Unión Jack o las barras y estrellas americanas, es uno de nuestros pecados capitales del siglo XX. Ahora Federico vuelve a sacar un libro “Memoria del comunismo. De Lenin a Podemos”, que arrasa ya en su séptima edición y que bucea en sus fuentes originales de Marx, Bakunin, Lenin, el Che o el Pablo Iglesias de ahora. Pero a pesar de esto también se habla de libertad. Hace unas semanas en una entrevista en “El Mundo” dentro de la sección “Los intelectuales y España” se analizaba diversos aspectos de esa movimiento desde su oposición a la propiedad privada pasando por los millones de asesinados o la moral y prensa que utilizan a su antojo. Dice que “el comunismo te presta un superioridad moral y te pone del lado del bien. Por el hecho de serlo automáticamente tu ya eres sabio: sabes más de la clase obrera que cualquier obrero, aunque no hayas trabajado jamás”. Para Jiménez Losantos los primeros que dejan de vivir como comunistas son sus propios jerarcas, solo porque saben su verdad, conocen la propaganda o como se ha urdido desde ahí la mentira. Y en ese momento, el periodista Jorge Bustos, le pregunta por Münzenberg “del que aprendió Goebbels la esencia de la propaganda que no consiste en afirmar lo propio sino en negar lo ajeno”, a lo que Jiménez responde: “nunca digas que eres comunista, di que estas con los pobres”. En cuanto a la superioridad moral de la izquierda, Federico Jiménez se muestra tajante: “no necesitas ni siquiera decir la verdad. La mentira es una herramienta revolucionaria dice Lenin. Así que tienes la conciencia blindada”. Otro punto de análisis son los cien millones de muertos que ha ocasionado el comunismo y como puede resucitar con esa cifra, su respuesta es que “aunque arruina y mata de verdad. Se borra cuando cinco millones de personas votan a Podemos, que es el comunismo más rancio”. Y la luz para Federico le llego con Solzhenitsyn “cuando le leo descubro que el problema no es Moscú o Mao, lo que arrebata la libertad es el comunismo mismo”. Bustos plantea a Jiménez: “¿Por qué la propiedad tiene tan mala prensa?” y responde “la deslegitimación de la propiedad es oficio de comunistas. Hoy se da por hecho que quien es propietario ha hecho algo malo. ¡Lo malo es robar lo que no es tuyo! .Es imposible que haya libertad individual si no se respeta la libertad”. Y aquí es donde, en la entrevista, se habla del liberalismo, para Federico Jiménez Losantos, “al liberal académico lo que le gusta es el beneficio. Algunos han perdido de vista que la libertad es un hecho moral, no económico. Hay una condición moral previa, que es la dignidad de la persona. De la Escuela de Salamanca sale la teoría del favorecimiento de la libertad unida a la propiedad: el rechazo de la inflación, la limitación del poder, la ley por encima del poderoso. La libertad es el fin”
Ángel Gil         

domingo, 11 de febrero de 2018

Gutierrez o el oficio de maestro


Suenan mis pasos en la inmensidad del patio. Ya no lo veo tan grande como en el amanecer de mi vida o tan pequeña como aquella pelota de tenis que se estrellaba contra la fachada de la Capilla. Miro a los lados y escucho sonidos de voces en esas horas de recreo o me vienen imágenes de cómo corríamos al salir de clase para ocupar aquel hueco que en el fondo daba a un portón y que imaginábamos un campo de primera. Formábamos equipos o mejor ya estaban hechos y eso creaba rivalidad y rodaba el balón…un regate o un empujón en buena o mala liz, esto solo dependía de las ansias o del resultado. Cuando me tocaba de portero, había a la derecha una pequeña puerta que tenía su truco para abrirse y que era usada por aquellos alumnos mayores para encender un cigarro, con boquilla o tantas veces sin ella, y a los que avisábamos cuando el peligro se acercaba. ¡Como sonaba la pelota al lanzarse contra aquella puerta de salida de vehículos!. Caían los goles pero teníamos nuestras propias reglas de “portería a portería…guarreria”, y así no subían los goles. No hacía falta ni árbitro ni botas con tacos, tampoco existía banquillo, todos hacíamos de todo y “las gorila” eran tan duras como el empeño que poníamos. ¡Éramos amarillos!, desde aquellos festivales en la Plaza de Toros cuando Mayo rozaba al Santo Patrón. De pronto sonaba la música, no me pida que la recuerde, estábamos en lo mejor y todo se cortaba. Era la comunicación no verbal que tocaba para ir al aula. En el teatro del cole se daba clase de pre tecnología. En la bolsa llevábamos todo lo necesario para hacer marquetería, pelos, tabla, segueta y esa cera que enfriaba el pelo de tanto cortar madera. El profesor era D. José Manuel Gutiérrez. En él no cabía estar allí en su mesa alejado del alumno. Iba recorriendo cada uno de los tableros de trabajo donde nos colocábamos y ya nos conocía, desde aquel hablador a quien no le daba tiempo a nada hasta los que no éramos manitas, pero eso sí poníamos esfuerzo y ganas. Él no solo nos daba esa asignatura, fue también tutor. Se hacía valorar por su entrega a todos, por su ejemplo y la humanidad con la que se involucraba. Como profesor, José Manuel Gutiérrez era vocacional. Esto no puede estudiarse en ningún manual ni el simple hecho de obtener una titulación lo incluye en el certificado que se cuelga de una pared, es una parte de ti que se da a otros, es la entrega sin horas, es comprobar si se entiende algo y por tanto se ha asimilado, es preocuparse de conocer a esa persona que hoy es su alumno. Muchas horas pasé con José Manuel Gutiérrez en mi Colegio o en la casa de O´Donnell y aún conservo entre los papeles un dibujo suyo que representa la fracción del pan. En un hotel de Madrid un lejano día de Junio miraba en la habitación aquel teléfono de marcación de disco de color marfil mientras esperábamos su llamada. Sonó y al descolgar mi padre se escuchaba la voz de José Manuel Gutiérrez, tragas saliva mientras los nervios me paralizaban, me jugaba el pasar a BUP. No parpadeas y observas la expresión de una cara y te dan la noticia, ¡Has aprobado todo!. Gracias José Manuel por lo que me enseñas desde tu espíritu lasaliano. En esta semana ha cumplido setenta años ese ser humano que quiero y admiro, a quien escucho y llamo maestro mientras le considero amigo
Ángel  Gil