Como sus escalones, asciendes o desciendes…te mantienes, es la vida. Puedes
ir deprisa pendiente de si la música o el timbre te marca entrar o salir del
aula o lentamente, respirando hondo. Ahí se forjaron triunfos y a veces
fracasos. No es casualidad que la rodeen Plus Ultra, San Juan Bautista y el
Cuartel de Santiago. Ahora no se miran los pies que Buero veía pasar por la
calle, ahí se escuchan risas y voces, balones que se estrellan contra una pared
o relatos de compis de esos
amores con niñas de las Monjas. Conejas y grajos. Distintos y complementarios,
pero siempre imprescindibles en la formación integral del ser humano. Que lo
que estuvo un día unido llegó alguien que lo separo. La Salle es parte de cada
uno. ¡Quién no tiene un recuerdo del Colegio de los Hermanos!.105 años nos
contemplan y 436 hermanos han dejado su impronta en cada alumno. Por esto y
algo más se ha dado el nombre del Hermano Crescencio a esa escalera. Terrazas
Olaya, religioso de las Escuelas Cristianas, de hablar pausado con perfecto uso
del lenguaje. Castellano de fría tierra, donde no se puede ver el mar, de melancólicas
campiñas
llanas, rasas, yermas, polvorientas, como la describía Azorín. Aquí Crescencio se sacia de este de levantes, de
esos que hacen pesar hasta las manos. El Hermano desde la ventana de su
cuarto, ve el último sol de una tarde de poniente, “lejos de la colina con los
cipreses rígidos, a los lados. A esta olmeda que se abre a la salida de la
vieja ciudad llega en el silencio de la mañana, en la paz azul del mediodía, el
cacareo metálico, largo, de un gallo”. Crescencio oía las aspas del molino, el
cornetín de los Regulares y recorre el paseo del parque entre palmeras, de este
jardín del sur que busca rincones en las tardes del estío melillense. “Estas
viejecitas de luto, con sus manos pajizas, sarmentosas, no encienden cuando
llega el crepúsculo una luz ante la imagen de una Virgen que vela por los que
salen en las barcas". Bien sabe el Hermano Crescencio que en Melilla se
elevan oraciones a la Patrona, protectora de este pueblo, por ese temporal o
terremoto, como siempre se hizo, desde aquellos hombres de mar que fueron
descalzos entre cuestas y callejones hasta el Santuario de la Victoria. Melilla
nunca olvida como se abrieron las puertas del Colegio para convertirse en
hospital cuando las Campañas azotaban. Gracias Hermano Crescencio en su labor vemos
al Señor de La Salle… “amaran a sus alumnos. Si tienen firmeza de padre con
ellos deben tener también ternura de madre para acogerles y hacerles todo el
bien que de ustedes dependa”
Ángel Gil