Nacieron donde el Ebro guarda silencio.
Luego llegaría ese otro que dicen notarse en las cimas del Pirineo para buscar
la Palabra y al ser humano. Huesca, su hogar, su familia. Se quedan o vuelven a
ella para sumergirse por San Lorenzo vistiendo de blanco con la pañoleta verde
mientras el ambiente se llena de olor a albahaca. Aragoneses puros de alma
noble que llegaron a esta tierra hace dos años, como otros tantos, por obra de
un destino. El otro, fue precisamente el que nos deparó conocerles, gracias a
Enrique y Ana que no solo nos presentaron sino que supieron darnos uno de los
mejores regalos que pueden hacerse, el descubrir a unas personas que hacen de
la humanidad un estilo de vida y de la cercanía y sencillez un modelo a seguir.
No conocían esta Ciudad pero han conseguido integrarse, trabajando intensamente
desde la milicia y la caridad por los demás. Atrás queda ese querido cuartel de
Ingenieros al que has dedicado José, tiempo, esfuerzo, ilusiones, iniciativas,
y has conseguido ver que el imborrable nombre del Capitán Arenas luzca a la
entrada o que la Ciudad Autónoma de Melilla conceda su Medalla de Oro por la
feliz iniciativa de sus Veteranos. En tus palabras dedicaste esta condecoración
a los ingenieros que han pasado por Melilla en los últimos quinientos años y
que participaron activamente en su construcción desde aquel 1.497 hasta
acontecimientos más recientes como el accidente aéreo o la rotura del depósito.
Gracias a ellos, también, la vida aquí ha sido más fácil. De Rosa me queda su
enorme actividad, su sonrisa contagiosa, también esos desayunos compartidos
donde la conversación se centraba sobre aquellos que más lo necesitan. Una
tarde cuando iba al despacho y al pasar por delante de Caritas frente al Colegio
España, me llamaste, por un instante fui capaz de repasar pasajes de la Biblia
cuando observe la cara de una mujer que haciendo cola esperaba su turno o los
ojos de aquel niño que sentado a los pies de su madre necesitaba algo más que
alimento que llevarse a su boca. Este viernes quisimos acompañaros en el acto
de relevo de tu mando como Coronel. De nuevo volvió a ser inolvidable la visita
al cuartel, disfrute de un acto protocolario impecablemente diseñado, pero
sobre todo volví a escuchar las palabras que hacia tu persona expresaban los
que hasta hace un momento habían sido tus subordinados. Mientras el Comandante
General de Melilla, Álvaro de la Peña, expresaba el listón tan alto que has
dejado. Gracias Rosa Tenas y José Jarne, por habernos dado vuestra amistad y
esperamos vuestro regreso muy pronto. Y como decía Carmen Conde “un día nos
iríamos nosotros también; no veríamos mas el Gurugú, ni nos empujaría el
poniente agrio, ni me asustaría el levante que envuelve la Ciudad con un manto
de sal y de niebla. Sería de noche, cuando sale el correo J.J. Sister. La gran
lápida del muelle se iría borrando poco a poco; desde muy lejos no se
distinguirían las lucecillas del muelle, del faro, y África cesaría, ¿hasta
cuándo?, como un inolvidable sueño”
Ángel
Gil