Hoy,
el Monte María Cristina está huérfano, no volverá a sentir por sus calles el
paso firme de esa religiosa de María Inmaculada, que a pesar de su apariencia
frágil, era incansable ante las necesidades de cientos de personas que llamaban
a su puerta. Este sábado de mediados de Febrero, la Hermana Eucaristía, una de
las Monjas del Monte, ha vuelto a las manos del Padre. Lo hizo precisamente el
día en que el Evangelio nos trae la historia de un publicano al que Jesús, le
dijo: sígueme, y él, dejándolo todo, se levanto y lo siguió. Esto puede resumir
la vida de la Hermana Eucaristía. De esta manchega que llegó destinada a
Melilla hace veintisiete años y comenzó a conocer el rostro del necesitado, del
que pasa hambre o del niño que no tiene medicinas, de aquel que pedía algo de
ropa con que cubrir su cuerpo o de las empleadas que buscaban un hogar donde
trabajar y ganar un salario. Entre las cuatro paredes del Centro María
Inmaculada se promociona a la mujer, erradicando el analfabetismo, se imparten
cursos formativos, se cuida en su guardería de los más pequeños mientras las
madres y padres trabajan, se atiende al comedor y existen otros programas de
inserción social. Esta es la Iglesia, muchas veces desconocida o silenciada, la
de personas anónimas que constituyen la primera ONG de la historia, una obra
que de no existir debería inventarse. Hay congregaciones con las que te sientes
vinculado. Esto me pasó desde pequeño con las religiosas de María Inmaculada. Mi
madre me llevaba al Servicio Domestico, al que recuerdo como punto de encuentro
para tantas emigrantes que, llegadas desde otros lugares de España, encontraron
en Melilla un empleo. A medida que la sociedad evolucionaba, la Comunidad de religiosas
sintió la situación que se vivía en el Monte y ante esa llamada, cerraron el
Colegio de Miguel Zazo para establecerse en esa otra zona, llevadas siempre por
ese Evangelio a pie de necesidad, sabedoras que la mies es mucha y los talentos
no se dieron para ser guardados. Por mi mujer, tuve la suerte de conocer a la
Hermana Eucaristía, a la cual siempre recordare por la sonrisa y la palabra
adecuada mientras te escuchaba, luego apenas había momentos para saber de su
salud, ya que toda la conversación se centraba en enseñarte lo que recibían, que
rápidamente debe ser entregado a las familias que lo aguardan, que cada vez son
más. Este ha sido su paso por la tierra, dar al ser humano, cualquiera que fuera
su raza o condición, creencia o lugar de origen con una mano sin que la otra lo
sepa. Ahora ellos también lloran su ausencia. La Hermana Eucaristía, dos días
antes de ponerse enferma y mientras reflexionaba sobre la Palabra, seguía
diciendo que aún le quedaba mucho que trabajar en este mundo. Santa Vicenta
María se habrá sentido orgullosa de esta hija que nos ha dejado. Descansa bienaventurada
Hermana Eucaristía. Este 16 de Febrero, que ha sido el atardecer de su vida,
Dios la ha examinado del amor. Ángel Gil
No hay comentarios:
Publicar un comentario