Y en el parque una noche de Feria.
También en la tarde de la bolera, cuando confesamos, más allá de las palabras,
un sentimiento o cuando quedábamos en el
Casino para irnos juntos al Club poniendo de testigo al mar con luna llena de
Agosto. Tu en cada rincón y desde siempre, todo por culpa de los polvos de
tiza. Luego llegaría la distancia que nuestras carreras imponían, pero allí
entre apuntes nunca murió lo que afianzaste con una mirada limpia y una sonrisa
abierta como tu corazón y tu alma. Aquella que se levanta al aire frente a
incomprensiones, ausencias y olvidos. Siempre. Dijimos que dos manos mueven el
mundo, el de los dos, sólo aquel que queremos construir paso a paso. Antes
buscaba la luz que se encendía en tu balcón para vernos tan lejos o tan cerca
que adivinaba un rostro, a veces envuelto en el humo de un cigarrillo. Hoy
ansiamos encontrar minutos al terminar la jornada o los pocos de la sobremesa.
Aquella tarde se ponía el sol por Siete Picos y las luces de neón de Gran Vía
iluminaban a personas a su paso. Era verano, y queríamos traer a la Meseta el
olor a mar, y resultó ser algo más. Algunos llaman a eso el misterio de la
radio, cuando se ponen expresiones o una canción une por las ondas a pesar del
tiempo y la distancia. ¿Te acuerdas Patricia?. Maestra y amiga, voz de radio, confesora
de ratos canallas y mas madrileña que los gatos. Volví a ti en Melilla o mejor
nunca fuimos capaces de dejarnos. Tu, diez o el infinito. Compañera por los
caminos de la vida, Complemento y ayuda. Hombro y empuje. Palabra y consejo. Diez
que también hace admirar tu vocación cada tarde y la remontada, tantas veces
lograda, para que lleguen todos limpios a Junio. La Madre nos unía mientras
sonaban las campanas y el chirriar de una puerta hacía que una mirada buscase a
la otra. Madrid en Navidad, cuando era nuestro regreso, para ver los puestos de
la Plaza Mayor o quitarnos el frio con el chocolate por San Ginés. Escuchar las
campanadas de Sol desde un balcón frente al Congreso, en el primer minuto de un
nuevo año. Tocar la nieve por vez primera en Majadahonda, descubrir El Escorial
y callejear por los Austrias. Instantáneas vividas que han dejado atrás los
ojalas. Esos que querían tumbarse con la decisión valiente que solo se logra
cuando sientes otros pasos que caminan en tu dirección. Las mariposas en el
estomago no solo revolotean en la primera juventud y esperas en un portal, es
posible que sigan más tarde, tal vez porque se quedaron ahí suspendidas
esperando otro aire y otro tiempo. Para elevar la cometa de la ilusión solo
cuando tu y yo queramos. El lugar da igual si es compartido. Y lo que aún nos
queda, ratificar lo que ahora celebramos, porque no nos era suficiente. La
margarita dijo sí
Ángel Gil