La noticia aun no parece ser cierta
cuando se habla de alguien con tanta vida al límite de la actualidad o
superándola como en tantas ocasiones. Ahora da igual, lo importante es que
existió una persona como él que pudo ser espectador pero sin pisar el albero
que pudo pasar si nada hacer, pero seguro que no tendría el nombre de guerra
que la profesión le puso. En su último adiós a la Melilla que le acogió había
caras pero faltaban otras tantas. A Valencia sólo había que escucharle, pararse
y templar su conversación para poder dialogar, para entender su verbo
apasionado aunque no se coincidiera o las ideas fueran opuestas. Era tal cual,
usaba camisetas tal vez porque el chaqueteo no era lo suyo, ni tampoco el poner
alfombras ni subir a los altares a quienes ni lo merecen. Es recomendable vivir
como a uno le plazca sin caretas y sin miedos, esos que atenazan o que hacen
volverte para ver quien observa, esos que minan una convivencia y coartan la
libertad. La cual no debe decirse sino practicarse y sobre todo sentirse, si se
carece no vamos bien, pero si la prensa no es libre, no es ya ni cuarto poder.
Es aborregamiento, es ser voceros, es dejar de pensar para que otros nos digan
lo que se debe o no se debe hacer, sobre todo esto último en un mundo de
prohibiciones. Ayer se cumplían cinco años desde que apareció el diario
Norteafrica.com, por obra y gracia de Ángel Valencia. Hoy permanece mudo, sin
actualizarse y sobre todo sin dedicar una línea sobre la noticia del adiós de
quien lo creó. La opinión en la calle es que debe ser fiel reflejo de lo que
aquí acontece como el mejor homenaje a quien fue su padre, pero también por el
trabajo de todos los que ahí han estado. La vida que hace coincidir un
cumpleaños con otro nacimiento, el eterno. Ahora pienso en Jesica, como fiel
escudera, como aprendiz en un mundo digital difícil pero sin duda sin descanso.
El tándem funcionó porque la confianza se basaba en el respeto y esto en creer
en ella. En estas horas vuelven a aparecer instantáneas de Ferias de Turismo,
de encuentros apresurados de quienes se cruzan por la calle pero tienen minutos
para saludos, de uno que va a una convocatoria o de otro que va a una
declaración, también de tantas preguntas en ruedas de prensa, a la que Valencia
siempre iba y nunca te fallaba. Los previos, mientras se colocaban micrófonos o
una cámara, tenían el sabor de lo inesperado de la ilusión por descubrir a
pesar de la veteranía ganada en mil batallas y después, llegaba el análisis o
por qué no de sacar donde no había o de intuir lo venidero. Aquí de nuevo las
dos manos caídas agarradas a un capote como en las buenas verónicas. El último
acto en el que coincidimos fueron las tomas de posesión en el Colegio de
Abogados, le note algo cambiado, tal vez porque el traidor infarto rondaba,
pese a todo supo captar mi preocupación por la organización y me preguntó con
interés por si estaba todo bien. Este es el Valencia que conocí, el del jefe de
prensa del Ayuntamiento, o el que luchaba a diario como si fuese su último día
tras las noticias, el que quería contarte que pasó cuando era un activista
vecinal o con aquél depósito que se rompió. Su obra digital merece seguir, con
otras personas y otra impronta, simplemente porque Ángel Valencia es
irrepetible. ¡Que el buen Dios te haya acreditado ya en su Reino!
Ángel Gil
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