jueves, 8 de marzo de 2012

Hombres que protegían a las mujeres


Cuando empezamos a estar demasiado acostumbrados a almorzar con una nueva víctima de la violencia de género, puede ser que a la sociedad le estén empezando a saltarle las alarmas ante una relajación de lo que es ya un mal endémico que atenaza almas, destruye vidas y hace alimentar listas de tipos despreciables, simplemente porque miramos a otro lado o normalizamos la posesión, sin sentido, de un sexo sobre otro. Hace cerca de dos años que, por mi profesión, conocí a Miguel Barboteo y a Manuel Pérez, ejemplares policías nacionales y modelos como personas, ambos destinados en la UPAP, esa unidad que se dedica a proteger a las víctimas de violencia de género, de la Jefatura Superior de Policía de Melilla. Recuerdo que fue un fin de semana que me encontraba de guardia en el turno de oficio, todo parecía tranquilo hasta que de pronto la asistencia letrada a una mujer, no solo cambiaba el devenir de aquel sábado sino que me sirvió para descubrir a dos seres humanos, Manuel y Miguel, confirmando que los valores puedes aportarlos a todo aquello que haces también en tu vida laboral. Pasamos horas mientras se producían las declaraciones ante el Juez y fueron momentos de empezar a conocerlos, de intercambiar vivencias o de comprobar cómo eran, al natural, frente a esa mujer que temerosa acudía por fin a denunciar a un hombre que destruía su vida. En aquel instante aprendí a interesarme por la UPAP, a saber en qué consistía su labor, gracias a lo que ellos me habían transmitido. A partir de aquel día, siempre que por mi trabajo iba por Comisaria, les hacia una visita y también tengo la suerte de conocer al inspector coordinador de la unidad, y desgraciadamente nada a Joaquín Rosa, al cual solo vi una vez. Me llama la atención la decoración de la UPAP, muy cuidada, con fotografías de maestros del humor y de otros grandes personajes de la humanidad, tal vez ahí colocados para que, como terapia, sirva de contrapunto a la cruda realidad de tantos cientos de mujeres que pasan por sus dependencias. Su labor es tan cercana con sus víctimas que no solo están disponibles a cualquier hora del día o de la noche, ya que hablamos de órdenes de protección, sino que mas allá de ello les une el interés porqué reconduzcan su existencia. A Miguel y Manuel les he visto felices cuando pasado el tiempo y al saber de las mujeres que tenían asignadas, ellas le han relatado que ahora su vida es distinta y mejor. El pasado Domingo disfrute leyendo el reportaje que, mi admirada Paqui Sánchez, les dedicó en nuestro periódico, de una vida después de más de cuarenta años dedicados al servicio público. Ahora Miguel tendrá todo el tiempo del mundo para dedicarse a su familia, a esas pequeñas construcciones que le enorgullecen y a su amor por las plantas. Por su parte Manuel se nos va a la vecina Málaga, pero seguro que recordará las mil y una anécdotas que también ha vivido y los casos resueltos que ha logrado. Enhorabuena por vuestra labor, Joaquín, Miguel y Manolo y gracias por todo aquello que de vosotros he aprendido pero sobre todo por vuestra humanidad, feliz descanso merecido
Ángel Gil    

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