domingo, 7 de julio de 2013

Letra para Chambao

Cuando hablamos de inmigración hay palabras que, cada vez, mas se asocian con ella, drama, clandestina, mafias, negocio, explotación, dinero. Las victimas no son conscientes de ello o mejor aún pagan un alto precio a costa de su dignidad. Por el sueño que les venden no vale todo y menos aún llegar usando la violencia frente a los servidores públicos de un país que les acoge. Hay quienes pintan toda esta tragedia cuando es profundamente sórdida y otros, sacan un rédito que censuran a los que los traen. Si el hilo musical de Madrid son las sirenas de las ambulancias, el que suena en Melilla, ya de noche o de día, es el helicóptero que sobrevuela estos trece kilómetros cuadrados y muy en particular, el frente de mar. Melilla ni puede ni debe soportar esta presión que nos ha tocado por nuestra ubicación fronteriza, pero son los Estados y muy en particular, las organizaciones internacionales las que deben poner freno a este éxodo, producto de luchas tribales, de guerras intestinas, de gobiernos despóticos que desangran a sus súbditos y que se aprovechan, en casos, de la ayuda que les llega. A esa buena gente que cantaba Chambao hay que darles la caña y enseñarles a pescar. Es cierto que el mundo está mal repartido, pero también lo está en este occidente nuestro, que las ilusiones se quedan en muchos caminos u orillas. No hay que alejarse de nuestras calles más próximas para percibir demasiados papeles mojados, hambre y no solo de alimentos, violencias de género, terrorismo, desesperanzas, paro, abusos, abandonos, y soledades. Por eso la labor callada, constante de Cáritas, con sus comedores sociales aumentando su demanda o de Manos Unidas o Bancos de Alimentos, solucionando el día a día, entre otras ONGS, debe traducirse en un mayor apoyo económico además del social, que nos consta que tienen. Hay que afrontar la situación con realismo, sin palabras huecas ni mucho menos con el falso progresismo de salón. Los máximos responsables de la situación que padecen millones de personas, que ahogan sus penas, en esa zona del mundo que es el África subsahariana son los gobiernos que los masacran de tantas maneras, entre otras no utilizando sus materias primas para beneficio de la sociedad. Esa es la clave, luego hay otra parte, y esa si nos toca, que es lo que el primer mundo derrocha, de los excedentes que siguen subsistiendo en la Unión Europea. Hace años Amistades Peligrosas, lanzaba un grito de denuncia con su canción Africanos en Madrid, aquellos de corazón en rodaje que a cambio de un pasaje vendían su alma al diablo. Al ser de las tinieblas, se habrán encomendado, todos estos que llegaron el 4 de Julio a la melillense Playa de San Lorenzo, cuando amenazaban con tirar al mar a los bebes que iban en su misma patera. Al pisar tierra española estos tipos corrían dejando atrás a mujeres y niños, siendo una vez más la Guardia Civil la que ejercía, entre otras, funciones humanitarias. ¿Dónde dejaron los ocupantes de la barca el mismo corazón que cantaban Cristina del Valle y Alberto Comesaña?. Una historia con mensaje para ponerle música
Ángel Gil

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