martes, 17 de diciembre de 2013

Háblame del mar

Es por Julio y aun se pone el Sol por Siete Picos. Sales de la radio mientras la Metrópoli se prepara para vivir la noche entre luces de neón. En los cines de la Gran Vía apenas se aguardan colas, un bus arranca sin misericordia y te quedas esperando bajo la marquesina. Y detrás, la Casa del Libro, te detienes para observar “La sombra del viento”, mientras el asfalto va desprendiendo el calor del día y huele a Metro. Acaba de pasar un vagón de la línea uno o cinco y los viajeros salen en masa junto al edificio de Telefónica. Enfilando desde Plaza de España se acerca el 1, cuando subes y consigues sentarte, notas que estamos ya en verano o simplemente que vas en otra dirección. Observo edificios, el Oratorio de Caballero de Gracia, el Círculo de Bellas Artes, las Cariátides, y de frente, Correos, pero tu mente viaja, se alza sobre la Meseta y busca el mar, una vez más o como siempre, en tu mente suena la música de una gaviota en Madrid. Has hablado, con ella, por teléfono pero da igual, solo sabes que vuelves a pensar, que imaginas que viaja a tu lado y parece que escuchas su voz. Llegas a casa, preparas la cena mientras ves la tele y ella sigue presente como hace un rato cuando le hiciste la entrevista en la radio, mientras la música de Pepa Flores sonaba de fondo. Te planteas tantas cosas, puede ser un espejismo o fruto del capricho, es parte de lo desconocido o de aquellos polvos de tiza que un día quedaron en tu jersey o en algo más. Despierta la Capital y tú con ella, ya nada es casual, algo está pasando, e intentas hacer la vida cotidiana, vas a comprar a la Galería, entras por el periódico en el Vips o te bañas en Somontes, pero no consigues apartarla de tu mente. El verano va pasando, es como un paréntesis lleno de incertidumbres. En el buzón, de pronto, como hace años, vuelves a recibir una carta, la lees y comprendes. En Otoño inicias viaje hacia el sur, ya no caben intermediarios, ni silencios, somos nosotros mismos sin disimulos. Llegas y hablamos sin horas, frente al mar, no deseas que esa tarde termine nunca, mientras las gaviotas están posadas ahí en el agua. Te tomas un tiempo, vuelves a tu actividad, a salir por Santa Ana, a ir a Majadahonda o a pasear por Goya y miras más que nunca el calendario. Parece que el tiempo va demasiado lento, surgen tus miedos y observas que todo ese mundo por ti construido se derrumba o que no tiene sentido tu presencia ahí. Te planteas una nueva vida, lejos, y sin embargo no te asusta. No ocultas lo que sientes, lo que escondías desde la adolescencia toma cuerpo, sentido y asumiéndolo, lo abrazas. En la radio vuelcas con palabras un sentimiento y la pecera es tan cómplice como tú. Comienza la cuenta atrás en un Reloj de Sol, supone el cambio que ansias con fuerza. Llega, de nuevo, al final de un Otoño tu momento, donde en positivo y ante los que tu quieres ratificas el pasado que solo unos pocos sabían. Ocho años
Ángel Gil 

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