domingo, 22 de mayo de 2011

Un museo en Compañía

Málaga se ha abierto al mar, a la cultura y a la meseta. Lejos van quedando la marginada zona de El Bulto, reconvertida en paseo marítimo o los multicines América, cuando ya la alfombra roja se ha extendido por Larios. Ahora Carmen Cervera ha inaugurado el Thyssen en Málaga, siendo un nuevo motivo para visitar la Capital donde Melilla arriba a su espacio natural. El Palacio Villalón, en la céntrica calle Compañía, donde se ubica este nuevo museo, ha logrado recuperar una parte fundamental de la arquitectura renacentista de la que destacan el patio principal de galerías con arcadas y columnas, así como terrazas donde se pueden contemplar azoteas y la Iglesia del Corazón de Jesús del mismo arquitecto, Guerrero Strachan, que hizo nuestro templo arciprestal. La colección de doscientas treinta pinturas, mezcla de forma fantástica pintura española del XIX, con una especial incidencia en la andaluza. En la sala de Maestros antiguos destaca la Santa Marina de un Zurbarán maduro, y tres pequeños lienzos, del madrileño Ezquerra, basados en el nacimiento e infancia de Jesús. El espacio dedicado al paisaje romántico y al costumbrismo, encuentra en Andalucía el escenario imprescindible para recopilar hasta el más mínimo detalle el devenir diario de sus habitantes, fiel reflejo de costumbres, modos y maneras de la sociedad de aquel tiempo. Los oficios, las fiestas populares, las manifestaciones religiosas, los toros, las gitanas o los bandoleros, como el de la emboscada en Sierra Morena, recupera el centro vital de todo aquel movimiento, que en lo pictórico tiene a Bejarano, Cabral, Benjumea José y Joaquín Domínguez Bécquer, García Ramos y Gómez Gil, a sus más afamados representantes. Precisamente de este último, especialmente me pare a contemplar La fuente de Reding,  donde la luz mediterránea del sur, es capaz de hacer aparecer la sombra de un asno, de una mujer o de un gallo. Otras instantáneas que me hicieron detenerme fueron un perro suspendido en el aire o una marina en el momento en que las olas saltan y puede llegar casi al espectador su aire limpio y fresco. La Sala del preciosismo y paisaje naturalista, cuida con Fortuny los pequeños detalles con una temática amable, de pequeño formato y muy colorista.
El preciosismo contiene las obras de Benlliure, Madrazo, Sala o el malagueño Moreno Carbonero. Pero también hay espacio para la evolución del género del paisaje con su representante Carlos de Haes y sus discípulos, al igual  que el paisajismo muy natural, realista, del sevillano Sánchez Perrier. En la segunda planta se sitúa el fin de siglo, que tiene un motor importante en la escuela valenciana, que va desde la vocación internacional de Regoyos a la luz por antonomasia de Joaquín Sorolla. Existen guiños a esa bohemia parisina en cuadros de Casas, como la enigmática Julia, de Canals e Iturrino. El replanteamiento de España como nación, surgido del desastre del 98, tiende a Zuloaga a centrarse en la Castilla más profunda y en Romero de Torres, a pintar como nadie, a las mujeres morenas de miradas perdidas que, como en su cuadro, de La Buenaventura, se ha convertido en auténtico icono de este Museo malagueño
Ángel Gil

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