domingo, 17 de junio de 2012


Tío Pepe en Sol
Lo spanish mola, vende y se valora más cuando desde fuera un famoso lo reivindica en una entrevista. La Puerta del Sol es, además, el punto de encuentro en su Km 0, esa gran plaza de un mundo cada vez más variopinto en estilos y orígenes que la convierte en un manifestodromo improvisado mientras muñecos vivientes hacen poses interminables a la espera de unas monedas. Pongamos que hablo de Madrid. De una Capital que la sientes viva cada vez que la pisas. Y entras en una tienda de nombre gabacho y las propias diseñadoras, que se reparten espacio, te acompañan para mostrarte todo aquello que hacen. Esta es la clave, innovarse. La Puerta del Sol no se entiende sin el anuncio del Tío Pepe que coronaba el popular Hotel París. Ha perdido el sombrero porque quieren sustituirlo por la manzana multinacional informática. No es lo mismo, ese sombrero cordobés en noches bohemias al fruto prohibido con mordida incluida. Es distinto. Un rótulo que nos lanzaba, desde la azotea del hotel, algo más que un mensaje, el de un sol meridional capturado en una botella. La alcaldesa de la Capital apuesta por el rotulo bodeguero, que sigue apareciendo en lienzos, fotos, como otro reclamo madrileño. Igual que el refresco que se desparrama por el cristal en plena plaza del Callao. Frente a eso el peso de la multinacional. La macro y la microeconomía, lo de andar por casa y aquello que desde fuera manda en nuestro hogar. La cultura mediterránea es de olivos y vides, así lo fue siempre, y cuando algunos se lo quedan parecen que lo han descubierto. En una esquina de Sol se vocea oro porque ya no hay hombres sándwich, que no le gustaban a Ruiz - Gallardón, y en  la de enfrente, a los pies del caballo, cientos de abanicos se venden para soportar el estío. Tanto se ha mimetizado el uso del sombrero y la chaquetilla que, a quienes la llevan, automáticamente pensamos en Tío Pepe. Otros tienen por tío a un tal Sam. El nuestro es más cercano, incluso en el nombre, con él, bien frío, se ha compartido una buena conversación mientras se degustaban unos langostinos. Siempre con moderación. Nadie lucía mejor ese sombrero y su capa que Julio Romero de Torres cuando, cada tarde, acudía a la tertulia del Casino de Madrid, entonces no estaba ese rótulo que ahora nos quieren quitar, tal vez fue un homenaje anónimo al gran pintor. ¡Hay por la manzana, mañana Lunes volveremos a trabajar!
Ángel Gil  

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