domingo, 16 de diciembre de 2012

Festivales

Hay muchos símbolos que anuncian la Navidad, las luces de las ciudades, ese ir y venir en calles comerciales, con crisis o sin ella, la lotería y sus niños y niñas de San Ildefonso, las balconeras, el olor a dulces, las felicitaciones, el maratón de villancicos, el árbol, los Belenes y los puestos con todo lo necesario para montarlos, las películas de la tele con mensajes de bondad en las que siempre aparece un señor venido del frio con su traje rojo y los festivales de los colegios. Estos sirven para mantener, una vez más, a la familia unida que acude con cámaras de video y fotos para guardar esa instantánea de los pequeños actores. El Jueves estuve en uno acompañando a mi sobrino Álvaro que cursa primero de Primaria y que hacían una pequeña obra con el espíritu de la Navidad. Me gusto porque mantenía la razón de estas fiestas y se alejaba de las americanadas que nos imponen. Reconozco todo el mérito de las seños en reclutar a semejante tropa, en hacerles aprenderse el texto, saberlo interpretar, elegir la música, dedicar minutos a las necesarias audiciones para hacer una selección y recolocar a aquel o a aquella cuya voz puede hacer que empiece a llover, y gastar horas y horas a ensayos. Tantos como los que dedican las madres en hacerles con goma eva el vestuario o confeccionarlo con tela. Muchos quebraderos de cabeza pero con toda la ilusión. Como todo acto social tiene sus trucos, importante llegar pronto por el problema del aparcamiento y por situarnos en el multiusos o salón de actos para a ser posible que estemos centrados y ya pidiendo demasiado que los que estén en la fila de delante sean los protagonistas, nada más que por la estatura de ellos y la visibilidad nuestra. Aquí no cabe decir que se levanta el telón, más bien que empieza el desfile de los actores, entonces se giran cabezas, se estiran cuellos como si fuéramos jirafas para encontrar al nuestro entre tantos, y ya unas manos que saludan, sonrisas o ese pulgar recto, de madres o padres, en señal de aprobación y apoyo por la buena interpretación llevada a cabo. Es la recompensa que siempre estará presente, aunque un descuido surja o una equivocación o tardía entrada puedan hacer caer el espectáculo. Aquí todo da igual, nos llenamos de orgullo y perdonamos con una sonrisa. Luego, al final, se producen las felicitaciones de propios o ajenos hacia los que han tenido el valor de subirse al escenario, mientras los mayores hacemos vida social. Por cierto algo breve porque los festivales caen entre semana y hay que volver a trabajar. Los nervios iniciales de los protagonistas parecen haberse perdido, ahora, cuando se les recoge dicen que tienen calor, será por los bailes, por el peso de los focos o por la indumentaria, con pelucas o barbas incluidas. Las luces empiezan a apagarse y en minutos, todo vuelve a quedar en silencio hasta el próximo festival, entonces todo será igual, mientras se escucha la canción de Miliki dedicada a la Navidad, donde todos los payasos del mundo piden la paz. Que sea siempre así. Felicidades Alvaro, creo que lo tuyo son las tablas
Ángel Gil    

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