domingo, 10 de marzo de 2013

El largo viaje


Fin de semana de intensas emociones, de recuerdos de toda una vida que han pasado como en un segundo. Se está y se deja de estar, es la fragilidad humana. La eternidad es otra cosa. Las filas de sillas se van cayendo tal vez como las fichas de un domino y de pronto, te encuentras en primera, pero hay otras detrás. Surge el silencio sonoro, decorado de lugares y donde aparecen personas, instantes vividos, momentos realizados y otros tantos que aún quedan ahí. Por eso amanece cada día para construir, para proyectar la obra, tu yo a este mundo. Lo interesante es que en el libro encuentres muchas páginas y poner negro sobre ese blanco, con tachaduras, borrones, donde no se extienda el tipex y que lo llenes de sueños, de trabajos, de personas que merecen la pena, con las que aprendes. Que interesante es que falte tiempo y que la palabra ilusión no nos abandone, como cuando dábamos los primeros pasos y descubríamos ese olor a mar en el puerto en tardes de verano mientras la radio de un coche sonaba. Esos balonazos que daban unas piernas incansables que apenas levantaban del suelo o jugar en la calle, y acompañar una guardia de Domingo con tele en blanco y negro Mañanas de sábado, a los pies del Ángel, de agua sobre mármol, un cepillo frota unas letras y a los pies, una oración y una flor a quien me llevó dentro. Todo es como un billete que te regalaron para asistir a un espectáculo en el que tú eres el protagonista, donde nadie te da guiones, donde surgen cosas que ni te esperas mientras sientes que eres capaz, te descubres a cada paso y al final caes, te levantas, pero siempre como un alumno. Aquí no vale la monotonía, el aburrimiento, el ser holgazán, las miradas que a unos ojos evitan, la distancia, un ombligo como centro, el olvido, la mentira o la falsedad. Crean en el compañerismo, en ese hombro donde apoyarse, en la risa que nada cuesta, en la palabra dada o en la seriedad en el trabajo. En este Domingo pienso en lugares, Batería Jota, Álvaro de Bazán, o en el Grupo Orgáz, en unas ventanas donde un monaguillo soñaba, en un balcón donde pasaba horas mirando la casa de la niña que amaba, en las flores que en un jardín se pueden cuidar, en ese dormitorio donde orar, en esa Avenida que, cuando era peatonal servía para que tantas parejas se unieran, en el Ayuntamiento, con sus largos pasillos donde solo tus pasos se podían escuchar, y en mamá. Mi reconocimiento a todas aquellas personas que desde Agosto, tanto en Málaga como en Melilla lucharon desde la medicina por una vida, en largas horas de hospital. Gracias a los amigos que ahí han estado con sus llamadas, con esas palabras de aliento, con manos o con abrazos fundidos. Los recuerdos son la siembra de lo que dejamos. El viernes, mi padre hizo su viaje más largo, se quedo dormido y se fue a la morada que El tiene preparada para los suyos. Desde allí intercede por tu mujer, esa compañera de tantos años, hija, nieta, por Maricarmen y por mí. Allí seguro que no hay futbol ni enfados por un mal resultado. Es otra historia Papá
Ángel  Gil

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