Situarnos en 1.979 con una primera
Ministra en el Reino Unido no fue nada fácil, todo lo tenía en contra no solo
porque la política era un mundo de hombres sino por la peculiaridad del Partido
Conservador. Margaret Thatcher lo fue
todo en la vida pública, desde abajo hasta llegar al número diez de Downing
Street. Su tesón, compromiso ideológico, su capacidad intelectual, el hecho que
nadie le regaló nada, sus reformas, su lucha contra la burocracia, el terror
del IRA, y el proteccionismo del Estado, la sitúan como la figura más
importante desde Winston Churchill. Entender la política de Gran Bretaña pasa
inexorablemente por Margaret Thatcher, fue ella la que reconstruyó, desde
dentro, la imagen de una nación que perdía peso en el mundo pero sobre todo su
apuesta atlantista, puso fin a la Guerra Fría e hizo caer el muro de Berlín.
Esta alianza Washington – Londres la llevo a no temblar cuando decidió el envío
de fuerzas para recuperar a las islas Malvinas situadas a ocho mil millas de la
Metrópoli. Ella misma reconoció que fue la más grave decisión que puede adoptar
un premier, pero consiguió una subida espectacular en las encuestas lo que la
hizo ganar de nuevo unas elecciones.
Esto sin embargo con ser efímero restableció la fe de los naturales de un país
que languidecía. Quienes desde nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores la han
tratado la califican de puño de hierro en guante de terciopelo. Su muerte pone
un punto y final a la época de cambios que ha experimentado Europa, logrando la
libertad para un continente donde hasta hace no demasiados años se cernía el
telón de acero. Sin duda que su patriotismo innegable no la dejo ver el
anacronismo que sigue existiendo con Gibraltar, que más que piedra en el zapato
fue un borrón en sus éxitos públicos. Si analizamos su ideología, no se
ajustaba estrictamente a los parámetros conservadores, se centro en el
ciudadano considerando al Estado como su sirviente y no como su tutor, apostó
por el libre mercado, por sus reticencias a Europa y, a pesar de todo, por
recuperar los valores victorianos. En definitiva apostaba por el liberalismo.
Convirtió al Reino Unido en una sociedad competitiva y dinámica, siendo capaz
de exportar los principios de la libertad económica por todo el mundo, junto a una
imagen de liderazgo fuerte. Rompió los esquemas de su propio Partido y de la
sociedad entera, que veían a una señora que podía ser su vecina pero de jefa de
Gobierno, a la cual le acompañaba un hombre, su marido Denis, cuando aún en
pleno Siglo XXI, desgraciadamente, eso llama la atención. Todo esto supone una
revolución en la estricta sociedad inglesa. Ojala su estilo de servicio, su
visión contraria a un Estado mastodóntico y su apuesta abierta por el
individualismo se conviertan en un espejo donde mirarse los políticos y aplicar
unas medidas, el thatcherismo, que han funcionado
Ángel Gil
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