Al recibir la Cruz Distinguida de
primera clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort, dijo: siempre he
trabajado con ilusión, y, a veces, con apasionamiento, tratando de buscar la
solución más acorde con la Ley, huyendo del rigorismo exacerbante. Esta fórmula
sacada de las palabras de José Luís Martín Tapia podríamos aplicarla a otros
trabajos, pero aquí se hace hacia este sagrado que es impartir Justicia, de
ella hablamos, también la que afecta a hombres y mujeres, que acuden a
solicitarla o de los profesionales que la pedimos en nombre de los demás. Según
Ulpiano, la Justicia es la contante y perpetua voluntad de dar a cada uno su
derecho. Platón se centraba en la armonía social y Aristóteles como igualdad proporcional.
Como decía el jurista Ángel Ossorio, la Justicia no es fruto del estudio sino
una sensación. No consiste en sólo saber Derecho, sino en conocer la vida. Tal
vez por eso, las personas que le tratan definen a Martín Tapia como afable,
sencillo, humano y en el aspecto laboral, como lo calificó el presidente del
Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Lorenzo del Río, tiene los síntomas
de un buen Juez, solvente, responsable y eficaz, contribuyendo a mejorar la
Justicia en España y en Melilla. Cuarenta años de vida laboral ha desempeñado
Martín Tapia, ocho de ellos en nuestra Ciudad, y como me decía el otro día, han
sido los más gratificantes de su carrera, al encontrarse con un equipo humano
con el que se ha sentido identificado y con los que ha sido fácil trabajar. La
Orden civil de San Raimundo de Peñafort que le ha otorgado el Consejo de
Ministros, lleva aparejada el tratamiento de Señoría, y se concede por los
méritos relevantes a cuantos intervienen en la Administración de Justicia,
estudio del Derecho y servicios. Hablar del presidente de la Sección Séptima de
la Audiencia Provincial de Málaga, José Luís Martín Tapia, mas allá de la Sala
de Vistas o de su propio despacho, nos lleva a definirle como alguien que basa
el humanismo en las relaciones con los demás, y que cumple con los parámetros
del saber ser, saber estar y saber funcionar, en sus aspectos personales,
sociales y laborales. Le conocí apenas recién llegado a Melilla y al cabo de
meses al coincidir en las Torres, simplemente me dijo que trabajaba allí. En
esta sociedad que vivimos actitudes como la de nuestro protagonista no son
habituales y nos enseñan, desde la grandeza de la persona, otra forma de entender
la vida. Sin duda que cuando llegue la hora de su jubilación los que trabajamos
en el ámbito de la Justicia echaremos en falta a un jurista de la valía de José
Luis Martín Tapia. Mi más cordial enhorabuena por el reconocimiento a su
trabajo que supone la concesión de esta Cruz de San Raimundo de Peñafort. Pero
desde el respeto que me merece su persona y ocupación, para este columnista
siempre será mi vecino. Ángel Gil
No hay comentarios:
Publicar un comentario