domingo, 23 de marzo de 2014

Jose Luis Martín Tapia

  Al recibir la Cruz Distinguida de primera clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort, dijo: siempre he trabajado con ilusión, y, a veces, con apasionamiento, tratando de buscar la solución más acorde con la Ley, huyendo del rigorismo exacerbante. Esta fórmula sacada de las palabras de José Luís Martín Tapia podríamos aplicarla a otros trabajos, pero aquí se hace hacia este sagrado que es impartir Justicia, de ella hablamos, también la que afecta a hombres y mujeres, que acuden a solicitarla o de los profesionales que la pedimos en nombre de los demás. Según Ulpiano, la Justicia es la contante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho. Platón se centraba en la armonía social y Aristóteles como igualdad proporcional. Como decía el jurista Ángel Ossorio, la Justicia no es fruto del estudio sino una sensación. No consiste en sólo saber Derecho, sino en conocer la vida. Tal vez por eso, las personas que le tratan definen a Martín Tapia como afable, sencillo, humano y en el aspecto laboral, como lo calificó el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Lorenzo del Río, tiene los síntomas de un buen Juez, solvente, responsable y eficaz, contribuyendo a mejorar la Justicia en España y en Melilla. Cuarenta años de vida laboral ha desempeñado Martín Tapia, ocho de ellos en nuestra Ciudad, y como me decía el otro día, han sido los más gratificantes de su carrera, al encontrarse con un equipo humano con el que se ha sentido identificado y con los que ha sido fácil trabajar. La Orden civil de San Raimundo de Peñafort que le ha otorgado el Consejo de Ministros, lleva aparejada el tratamiento de Señoría, y se concede por los méritos relevantes a cuantos intervienen en la Administración de Justicia, estudio del Derecho y servicios. Hablar del presidente de la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Málaga, José Luís Martín Tapia, mas allá de la Sala de Vistas o de su propio despacho, nos lleva a definirle como alguien que basa el humanismo en las relaciones con los demás, y que cumple con los parámetros del saber ser, saber estar y saber funcionar, en sus aspectos personales, sociales y laborales. Le conocí apenas recién llegado a Melilla y al cabo de meses al coincidir en las Torres, simplemente me dijo que trabajaba allí. En esta sociedad que vivimos actitudes como la de nuestro protagonista no son habituales y nos enseñan, desde la grandeza de la persona, otra forma de entender la vida. Sin duda que cuando llegue la hora de su jubilación los que trabajamos en el ámbito de la Justicia echaremos en falta a un jurista de la valía de José Luis Martín Tapia. Mi más cordial enhorabuena por el reconocimiento a su trabajo que supone la concesión de esta Cruz de San Raimundo de Peñafort. Pero desde el respeto que me merece su persona y ocupación, para este columnista siempre será mi vecino. Ángel Gil  

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