Fue el primer día de Junio, cuando
amanecía, el elegido para decir adiós a esta tierra que te vio nacer. Paseabas
por sus calles, pisabas fuerte en una vida a pesar de la soledad dejada a edad
temprana por quien fue tu marido, y con dos hijos que sacar adelante, Paco y
Rafi. Cuando nos encontrábamos tenias esa amplia sonrisa en el saludo y la
despedida, te recordamos como esa mujer que no dejabas a nadie indiferente, que
siempre tenías la palabra adecuada con todos, con el señorío que no debe
perderse, pero que ya está en serio peligro de extinción y que se nos va como
agua en una mano. Si existiera un vademécum de urbanidad llevaría tu firma, con
la seguridad de encontrar tus consejos en sus páginas, esos comics de situaciones
diarias para los más pequeños y como deberían comportarse. El cariño, amistad y
respeto que nuestras familias se profesaban hacia que encontrase en ti esa
parte de mi niñez, que tal vez no podía por edad recordar. La figura de tu
padre siempre en su papelería, el Boix azul, sacando adelante el negocio, en
esa caja en las húmedas tardes del invierno melillense cuando íbamos a comprar
material para el cole o la prensa nacional que entonces nos llegaba con retraso.
Y tu madre, Angelita, a la que siempre recordaré en esas tertulias de la Calle
O´Donnell 41, con María Luisa Ibáñez y Antonia Rives, y como después de
saludarlas e irme, siempre tenían ese momento para recordar la tierra
levantina. Muchi, tus ansias por aprender te hicieron una mujer culta, siempre a
una maleta atada, conociste mundo cuando tus obligaciones fundamentales te
permitieron hacerlo, tu memoria privilegiada y la forma en que luego cuando
volvías lo relatabas hacia que viviéramos ese momento como si nosotros también
hubiésemos estado allí, como esa crónica de corresponsal. El Club guardará
muchos momentos vividos intensamente, con tus baños o tus conversaciones con
esas amigas que el otro día te acompañaron hasta la tumba y allí supieron
cantarte lo que un día pediste y ellas prometieron. Siempre decías que el ir
allí te daba vida, pero tal vez no caías que la vitalidad natural que has
disfrutado hasta los últimos momentos era la causa. Así ha sido, has sabido
vivir con la intensidad que en cada momento la existencia deparaba, sin desfallecer,
ayudada por la Fe, por esas creencias sólidas que tanto ayudan y que hacen que tu
adiós del pasado lunes, lo veamos como un tránsito o como muy bien decía el
padre Antonio en su Homilia, Dios no ha quitado la vida a Muchi sino que le ha
dado la vida eterna. Cuando conocimos la noticia de tu muerte, no podíamos
creerlo, parecías eterna o te creíamos ver así. Te has ido con las manos llenas
de obras, esos son los mejores folios para entregar cuando en la tarde de
nuestra vida nos examinen del amor. Pudiste ser Carmen pero para todos seguirás
siendo Muchi. Descansa en paz
Ángel Gil
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