Sabe a sal en los largos meses de estío. Con ese
Levante que, recorriendo sus calles, hace que nos pese hasta el cuerpo o con
ese Poniente, anhelado, donde el salitre queda pegado a su piel. Melilla entre
vigías, desde el torreón al Gurugú, desde Victoria grande a San Carlos.
Centinela avanzada de todo un continente. Un Ángel cuida en el camposanto el
sueño de los héroes. Mole rojiza que emerge desde el Cabo. Codiciada la
engendraron, abandonada la reconstruyeron y deseada fue mirada desde fenicios o
romanos. Por Sanlúcar un Duque la quiso y allá en el promontorio levantó
almenas como un escenario para que los espectadores de más allá del rio creyeran
que el mismo diablo y en una noche fue capaz de elevar una fortaleza. Melilla española
de sentir isleño. Sola estabas y aún sola eres capaz de ser humanitaria,
caritativa y victoriosa de asedios, terremotos, Estatuto o de las escaseces de
la vida. Entre por la Puerta de la Marina, ahí los siglos se paran. Contemple
el agua callada en un aljibe, mire la grafología del cantero en la piedra y
cruce por Santiago que siempre cerró su puente hacia la Alafía. Vieja Melilla
del Baluarte de la Concepción, de la Calle Alta o del Horno. Asómese a la
inmensidad del mar por el Bonete, ore en la Purísima, admire como en el
Convento un puñado de valientes doceañistas fueron conminados por redactar una
Constitución y otros siguieron haciendo gestas refugiados en una cueva. Y ya con
los ojos cerrados y ataviado de época camine por el Paseo de la Parada. Aquí
nació Arrabal. Melilla modernista en el Llano. Enrique Nieto insufló de vida el
trazado modélico de un centro diseñado por ingenieros militares. Edificios
burgueses mezcla de la escuela de Gaudí con la secesión vienesa o el art decó. Llénese
de Melilla desde el Parador. Esta Ciudad es la suma de todos en quinientos
veinte años de historia. Salvador Rueda se anticipó al cantar que Melilla
creció al calor de los rezos desde opuestas bendiciones y enamorados corazones.
Mire al cielo en el Parque Hernández y contemple la explosión de palmeras o lea
un libro mientras el agua cae lenta en una de sus fuentes. Aquí nació Miguel
Fernández. Y pinto con palabras… desde el dulce abrazo, de nostalgia sureña su
castellana entraña, cal andaluza, rosa de aquel niño que en la orilla, soñando
en amor, cantó en Melilla. ¡Felicidades!.
Ángel
Gil
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