Escuchaba el viernes en “esRadio” una entrevista con
Eloy Moran, víctima de los atentados en Madrid del 11 de Marzo de 2.004. “Después de catorce años, los
supervivientes seguimos preguntándonos que ocurrió, lo único que sabemos es que
lo que nos han contado no es verdad”. Y otra frase, en la misma línea, para la
reflexión, la del Juez Gómez Bermúdez: “España no está preparada para saber la
verdad”, según le contó a la presidenta del Foro de Ermua y decana de la
Facultad de Medicina de la Universidad CEU-San Pablo, Inmaculada Castilla de
Cortázar. Tras catorce años y después del mayor atentado de la historia de
Europa con ciento noventa y dos muertos y más de dos mil heridos ¿Cómo es
posible que una nación tan antigua como la nuestra pueda estar así?. La memoria
de todos ellos y el respeto que también merecen el resto de los españoles nos
debe situar en el camino de descubrir la verdad. Morán siguió relatando que
como autores materiales hay dos personas encarceladas que nada tienen que ver
entre sí. “Zougam fue condenado en base al testimonio de dos rumanas que luego
fueron imputadas por falso testimonio. Unas testigos que llegaron a situar a
Zougam en cuatro vagones distintos”. Pero pese a lo que ocurre cuando la
conmemoración llega o en actos donde hay cámaras, las victimas vuelven a sentir
soledad o abandono. Tanto como cuando escucharon decir a un fiscal en el
Juicio: “da igual el arma del crimen” o cuando observan el abandono actual que
sufre aquel monumento que se levantó en Atocha. Y Eloy Morán subraya: “hemos
percibido de los políticos que hay un interés muy grande por olvidar el 11M, si
pudieran borrar el día del calendario lo habrían hecho”. No obstante, no cree
que se olvide “mientras haya gente que este dispuesto a seguir alzando la voz y
pidiendo la verdad de lo que pasó. El 11M está grabado a fuego en la memoria
colectiva por muchos intentos que se hagan por borrarlos”. Pero al final Morán
se mostró esperanzador. “Alguien que no aguante tanto peso en sus conciencia
cuente todo o parte de lo que pasó en aquellos días”. Y así llegamos a este
Domingo con la mirada en la prensa de entonces y su crónica de lo que las
alimañas humanas fueron capaces de hacer: “07:37 una bomba explota
en un cercanías en la estación de Atocha.
Apenas un minuto después se producen otras dos explosiones en el mismo tren. El
caos y el desconcierto invaden los andenes y escaleras mecánicas de la
terminal. Son las 7.38 cuando explotan otras dos bombas en un convoy en la
estación de El Pozo y otra en Santa Eugenia. A las 7.39, cuatro
explosiones más destrozan otro tren a quinientos metros de Atocha. En apenas
tres minutos, diez bombas reescriben la historia”. La mía fue escuchar cientos
de sirenas y comprobar que Madrid estaba en alerta, pero que a pesar de todo,
la Capital funcionaba y que los ciudadanos daban anónimamente su sangre para
todo aquel que la necesitase. El terrorismo, de nuevo no podía con Madrid y si
cabe, los asesinos, lograron algo, unirnos, sacarnos de nuestras casas y
hacerles frente. Madrid, aquella tarde de Marzo permanecía en un silencio
sonoro.
Ángel Gil
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