La primavera estalla mientras no cesan de abrirse
esas otras hojas para que nuestra imaginación vuele y describamos a una persona
o a un lugar de distinta manera a como lo hace otro igual. Es la magia de la
lectura que inyecta rebeldía, vida y fantasía para ver en la ficción desde el
color de aquel vestido a aquel héroe nacido de la entrega, o al corrupto más
detestable, mientras nos llenamos de valores y estos nos sirven en situaciones
cotidianas. Permítame que identifique mas en femenino eso de tener uno entre
las manos mientras se espera en una terminal o cuando el vagón cruza un túnel
hasta llegar hasta la próxima parada de Metro. El idioma es junto a la
educación, cultura y fe, las mejores herencias que nos han podido legar. No
pasa el tiempo por ellas pero siempre están ahí. Los libros son esos mundos
paralelos al nuestro en los que nos zambullimos mientras se niega la realidad para
tomar partido, para ser del protagonista o de aquel secundario que sin mucho brillo,
tal vez en la mente de su escritor, ha sido capaz de hacernos pensar. Es
siempre el combate entre lo real y lo imaginado, una frontera que puede
romperse para terminar como la mente del Quijote. Pero ¿y Sancho?, ¿representa
la cordura?. Mejor que Cervantes terminase su obra como la hizo y así nos regaló
la obra cumbre de la literatura universal. Todos somos antes que lectores
aquellos que escuchábamos usos o costumbres cuando nuestras sombras nos
perseguían detrás de una pelota o cuando el cemento dejaba marcas en las
rodillas tras caernos de una bici. El Quijote
siempre se lee en dos fases, cuando te obligan y entonces lo dejas y cuando tu
vida avanza que solo entonces llegas a su final. Mi infancia se batía entre el Capitán Trueno y los contrabandistas, espías, ladrones y tesoros de “Los
Cinco” (Ana, Dick, Julián, Jorge y el
perro Tim) mientras recorrían los pasadizos secretos o galerías. Así cuando en
aquellas mañanas de los sábados de invierno pasaba por la Vieja Melilla mi
mente volaba por la Puerta de Santiago o cuando con mi familia íbamos al Savoy
o a Casa Sadia, veía con ojos de asombro a aquel hombre del lunar que usaba sus
barcos en Tres Forcas cuando caía la noche o aquel comisario marroquí que
siempre tomaba su whisky con su espalda bien pegada a la pared. La primavera es
la fiesta del libro mientras largas colas aguardan en el Retiro a tener en
persona a aquel que es solo un nombre o una foto impresa en una portada.
En este 23 de Abril reelemos a Cervantes:
“Yace aquí el Hidalgo fuerte
que a tanto extremo llegó…
Morir cuerdo y vivir loco” Ángel Gil
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