Ángel Gil
domingo, 8 de abril de 2018
Sagrado Corazon centenario
Desde
lejos, en aquel mayo de 1.918, al “Puchol” se le veía empavesado. No todos los
días, Rusadir es capaz de recibir a un Obispo a quien la Iglesia le hará en
menos de un siglo, Santo. Los muelles y el espaldón del dique se vuelven a
llenar como cuando vino D. Alfonso. Las campanas de la Vieja Melilla tañen con júbilo,
mientras la comitiva, a pie, deja el cuartel de la Compañía de Mar para ir por
el Llano hasta la Plaza de Menéndez Pelayo para bendecir la nueva Iglesia del
barrio de la Reina Victoria. Al Obispo de Olimpo y auxiliar de Málaga, Manuel
González, le embargaba la emoción al ver como los melillenses se habían volcado
con él. Pese a todo pidió confianza a los fieles “soy Obispo de muchas iglesias
abandonadas, de muchas iglesias en cuyo camino no había crecido la yerba, y
prometo trabajar con la fe y el entusiasmo que nunca me abandonaron para que
cese ese desidioso estado, que nada favorece a nuestra religión. Los templos
son escuela de la conciencia, donde se forjan las almas cristianas, y he de
procurar que no perdure el abandono de que os hablaba”. Recomienda la
asistencia al templo, “y he de procurar que pronto se diga: aquí no se cabe.
Melilla es un nombre que tenemos todos los españoles grabado en el corazón,
pues supo escribir páginas gloriosas en su honrosa historia. Al levantar un
nuevo templo consagrado a Dios, gana otra victoria no menos gloriosa. Sed
buenos cristianos y si necesitáis de consuelo acudid a mí, a vuestro padre,
pues desde hoy seré vuestro padre en todo y para todo”. En esta tarde de Abril sigo
leyendo las páginas de “El Telegrama del Rif” de aquel lunes 20 de Mayo de
1.918…La Iglesia del Sagrado Corazón proyectada y dirigida por el arquitecto
diocesano, Fernando Guerrero Strachan, tiene una superficie interior de
quinientos metros cuadrados con una capacidad para dos mil personas. Las obras
se iniciaron en 1.911, con las treinta mil pesetas que el Estado consignó, y
quedaron invertidas. A los dos años se reanudaron las trabajos, empleándose
igual cantidad a lo que hay que sumar una subasta por importe de diez mil
pesetas, que no se invirtieron por rescisión de la contrata antes de empezar
las obras. Pero fue en 1.917 cuando se retomaron, para concluirse
definitivamente. La edificación es de fábrica de ladrillo y el templo consta de
tres naves. La central tiene seis tramos, de los cuales solo los cuatro últimos
comunican y enlazan esta nave con las laterales. A continuación del último
tramo se halla el presbiterio para terminar en una capilla absidal de planta
circular y cubierta con un casquete esférico. Adosadas al presbiterio se sitúan
a derecha e izquierda dos departamentos dedicados a sacristía y próximo a
estos, formando crucero con la nave central, se prolongan los dos últimos
tramos de las naves laterales, terminándose cada brazo con dos capillas absidales
de planta semicircular. Ahora cuando se cumplen cien años desde que se bendijo
el Sagrado Corazón seguimos diciendo que es heredero de la fe de aquella
parroquia franciscana de la Purísima, donde entre rezos y al amor de los
frailes y de tantos otros sacerdotes diocesanos, la Palabra fue esparcida durante
siglos para caer en buena tierra. La Iglesia del Llano es también parte de la
historia de cada uno, de mi padre que fue monaguillo con el Vicario, Sebastián
Carrasco, y también donde se casó con mi madre o donde ellos decidieron que yo
entrase en la gran familia de la Iglesia. A May, mi madre adoptiva, también le
dedico este artículo por tantas horas como dedicó dentro del Sagrado Corazón a
tantos necesitados de Caritas. Gracias por regalarme esta fe al calor de
vuestro ejemplo y desde la oración.
Ángel Gil
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