El Hospital
de Liverpool, tal vez como tantos otros, guarda historias anónimas y
humanitarias que muy pocas veces salen a la luz. Allí los padres de Alfie Evans,
como antes los de Charlie Gard, libraron una dura batalla legal para conseguir
que su hijo fuese trasladado a la península itálica donde el hospital “Niño
Jesús” dependiente de la Ciudad del Vaticano se había ofrecido a luchar por
salvar su vida de esa rara enfermedad mental degenerativa que padecía con un
tratamiento alternativo. El pequeño perdió la capacidad de
escuchar, ver, oler o responder al tacto. A pesar de eso, y en contra de la
opinión de los médicos de Liverpool, sus padres no quisieron que el niño fuese
desconectado de la maquina que necesitaba para continuar con su vida. Desde el
hospital aseguraron que seguir tratando al niño sería cruel, injusto e
inhumano, ya que su situación era irreversible. Y el último Juez que le negaba
el traslado lo justificaba al necesitar paz, tranquilidad y privacidad. Alfie, con apenas dos años de existencia, estuvo en
todo momento lleno de amor pero igualmente de sacrificios y esfuerzos, de él y
de sus padres. Tom Evans, de veintiún años, y Kate James, de veinte, los padres
del bebe, tras perder todos los recursos interpuestos ante el Tribunal Supremo
británico, la Corte de Apelaciones del Reino Unido y la Corte Suprema de
Derechos Humanos, fueron a visitar a S.S. el Papa Francisco para pedirle que
intermediase en la situación. Él rogó porque se respetase la dignidad del
pequeño y que fuese tratado de la manera más adecuada a sus condiciones. Los
padres, incansables, aseguraron que continuarían intentando luchar por su vida
y contaron con el apoyo de unos miles de anónimos autodenominados como “el ejercito
de Alfie” que se manifestaron en la puerta del hospital. Desde Diciembre de
2.016 y hasta el pasado 19 de Abril, el niño sobrevivía conectado a un soporte
de ventilación artificial. Los médicos aseguraron que sin este soporte vital, Alfie no sobreviría
más allá de los cinco minutos, la realidad ha sido que ha aguantado casi
cinco días. Aquí vuelve a abrirse un debate sobre el valor de la
vida. Un viejo continente donde parece que prima el derecho a eliminar el
sufrimiento por encima del derecho a vivir. Por eso las palabras del Pontífice
ante los participantes de un Congreso Internacional sobre medicina
regenerativa, “no todo lo que es técnicamente posible es
éticamente aceptable”, deben servir de reflexión a una sociedad sin valores
añadiendo el Santo Padre que “la ciencia sabe que tiene límites que respetar por el bien de la
humanidad y necesita sentido de responsabilidad ética”. El
Estado no puede suplir a unos padres en la decisión de seguir luchando por la
vida de un pequeño, como es el caso, o de todos a los que hay que defender, en
su dignidad, desde la concepción hasta su muerte natural. Como ha anunciado en
una red social, Tomas Evans, en el momento del fallecimiento, “mi gladiador
dejo su escudo y ganó sus alas”. Ángel Gil
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