sábado, 26 de mayo de 2012

Enfrentarse por Gibraltar
La Roca es algo más que una piedra que se nos coló en el zapato. Un robo continuado al puro estilo Drake, disfrazado, en la actualidad, de sociedades fantasmas, de lanchas planeadoras pero envuelto en la Unión Jack, que parece que da el prestigio del guante blanco mientras degustan el té de las cinco. Es un anacronismo consentido porque su hilo musical lo impone el Big Ben. Los que soportan, principalmente, todo esto es la sufrida comarca del Campo de Gibraltar con un paro galopante mientras las industrias se van desmantelando. Cuando se abrió la verja en 1.982 nos vendieron que todo se iba a arreglar así, que los llanitos nos querrían y que las familias se reconciliarían por la medida, treinta años después no solo todo sigue igual sino peor, ya que hablamos de guerra, cuando nadie soñó con hacerlo en otro tiempo. Todo es producto de los vaivenes con los que nos movemos en la política exterior y muy en particular con los desatinos del último Gobierno. Ahora la policía de la Colonia junto a la Royal Navy ha vuelto de nuevo a hostigar a varios pesqueros españoles que salieron a faenar en aguas próximas al Peñón. El conflicto afecta a cincuenta y tres barcos de la flota de la Línea y seis de Algeciras, los cuales llevan más de dos meses sin poder pescar. La decisión de S.M. la Reina Doña Sofía de no acudir al almuerzo que Isabel II de Inglaterra celebraba por su jubileo, como consecuencia del anuncio de la próxima visita a Gibraltar del príncipe Eduardo, ha sido calificada por el ministro García - Margallo como una visita nada aconsejable por parte de nuestra Soberana. De hecho ha sido una ausencia muy sonada entre las veintisiete casas reales que han acudido. La línea que debe escoger el Palacio de Santa Cruz es la que llevo a cabo Fernando María Castiella, es decir aquella que enrareció la vida de los llanitos. Estos por cierto, pese a todo el oxígeno que se les concede, no tienen nada que decidir, solo corresponde a Londres y Madrid llegar a un acuerdo de devolución del territorio. La postura del Reino Unido de amenazar con el envío de sus fuerzas navales, así como calificar en prensa   de desaire la postura de Doña Sofía, solo esta sirviendo para enconar la cuestión. Dos países que pertenecen a la Unión Europea no pueden tener un conflicto de estas características y la metrópoli no debe permitir que aquello se haya convertido en un lugar que bordea la ley. Con ser tan minúsculo da demasiados quebraderos de cabeza y mueve ingentes cantidades de dinero que son incomprensibles de donde pueden salir. Aquí deriva todo junto a los problemas medioambientales que provocan en la bahía. La sombra de Churchill sigue siendo alargada en forma de esos monos que, según la leyenda, cuando desaparezcan lo hará el dominio británico de la Roca. Los sesenta años del reinado de Isabel II no justifican la visita de su hijo a Gibraltar como tampoco el hecho de quitar un medio de vida a los pescadores que llevan más que la Soberana inglesa faenando por las aguas. Ángel Gil       

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