domingo, 6 de mayo de 2012

Mama, Luna



Esta noche, como nunca, en el 2.012, se ha enseñoreado de un cielo, es la superluna. Pálida, fría, con sus ojos profundos y su cara oculta, ahí en lo alto casi impertérrita, noctámbula acompañante de noches canallas y de amaneceres en un búho o de vagones de un metro a punto de salir en dirección a un trabajo. Siempre reflejada en el mar en las cálidas noches de agosto, mientras dos hablan y se enamoran. Mas que un satélite, un testigo mudo de la vida humana. Protagonista de la primera pisada en su suelo y de una bandera, de estrellas y de barras, que no ondeaba sino que parecía planchada con almidón, mientras crece la leyenda de un enorme plató de cine. Señal para aullidos y excusa para el desvarío. Punto de referencia celeste para el comienzo y el final del ramadán. La leyenda del calé, de piel canela que pedía un hijo de ella, albino de luna, simplemente porque quería ser madre. Mecano inmortal. Luz en un campo mientras un toro, desde la jara, la mira escondido. Las mareas suben por su culpa y también por ella adelantan muchos su venida a este mundo, tal vez, como esta madrugada, para engrosar, la larga lista de tauros. Por eso también es una cuna o el globo inagotable, ese último peldaño de la escalera sin fin. Seguramente no hemos sido conscientes que la noche que acaba de terminar ha sido también mágica, más allá de la de San Juan o la de de las lágrimas de San Lorenzo. A la superluna se la ha unido una lluvia de estrellas, se han previsto sesenta meteoros por hora, que provienen del cometa Halley, para partir en un barco imaginario que nunca ha ido al puerto de la Luna. Un buen inicio del día de la madre, para la cual no hay solo uno. Madres corajes, esforzadas, sin horas ni sueldo, que estiran los euros para, con inventiva, poder sacar a una familia adelante. Aquellas también que son padres y madres, siendo monoparentales o no, o que adoptan, pero todas de noches en vela o de hombros donde poder recostar una lágrima y de sonrisas y apoyos, de guardia siempre, la que espera y perdona, sin nada a cambio. Perdí una, demasiado pronto, sin disfrutarla, la que me dio la vida y Dios puso otra en mi camino para llevarme por él, con el recuerdo de las dos me quedo. Y les envío, a ese infinito Cielo, un beso y el sentimiento profundo de un gracias por todo. Sus vidas son el mejor ejemplo para mí. Hoy en torno a una mesa se reunirán familias y será como el olivo con sus renuevos, que tal vez no se vean mucho pero que ahí están con su labor callada, que es por cierto la que más suena. Que no se quede todo en una jornada, tal vez colada por instintos comerciales. Felicidades a ellas. Cuantas cosas vivimos en un día, apenas sin darnos cuenta, luna, lluvia de estrellas y el dedicado a la autora de poder estar aquí, que disfrutemos de todo, que no pasemos sin más. Como hace ese compañero mío de La Salle, Santi Cobreros, caminante incansable y observador del firmamento, anoche también disfrutaste contemplando la inmensidad. Ángel  Gil

1 comentario:

  1. ¡Soberbio!
    Gracias por la mención. Anoche, desde las calles del Pueblo, la vista lunar también fue soberbia, adornada por unas escasas nubes bajas que dan referencia y hacen que parezca aún más grande el disco lunar.
    Un saludo Ángel y que se mejore tu pierna.

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