domingo, 23 de febrero de 2014

Europa no mira

La inmigración ha sido, de nuevo, protagonista de portadas y ha abierto titulares de radio y televisión. Solo cuando esto ocurre se escuchan demasiadas voces de fariseos, que lo mismo que aparecen dejan de estar. El drama de la inmigración no debe entrar en el mercadeo político ni para erosionar a quien gobierna, o con una memoria escasa ni como precampaña de las Europeas pero tampoco con él y tú más, echando balones fuera. Si tuviéramos políticos de talla llegarían a un pacto nacional en las Cortes Generales, pero en cambio se enzarzan y el pueblo vuelve a dar muestras de hartazgo. En la inmigración hay dos grandes víctimas, aquellos que atraviesan miles de kilómetros, sufriendo hambre y penalidades, sometidos a las mafias y Ceuta y Melilla, que soportan una tras otra las avalanchas, que se acuestan sin saber que sucederá al amanecer con esos treinta mil que esperan su oportunidad para dar el salto a esa vida mejor que le han prometido y que luego no será para tanto. Hace pocos días El Mundo publicaba un reportaje de su enviado especial a Melilla acompañando a la Guardia Civil, en el que fuentes de la Benemérita reconocían que son ochenta frente a trescientos y están vendidos. El Instituto Armado necesita no solo más medios materiales y personales sino el apoyo de ciertos partidos, porque sin duda del pueblo lo tiene al ver en su conjunto unos servidores públicos que ponen de nuevo en riesgo sus vidas. Marruecos pese a lo que se diga, todo lo hace con cuentagotas o mejor aún, solo mueve aquello que le interesa. Se habla de dialogar de llegar a acuerdos con ese país, sí, pero desde la firmeza y sobre todo con una clara política de inmigración gobierne quien gobierne. En este tablero hay más protagonistas. Los gobernantes de los países de donde proceden los inmigrantes que los desangran económicamente, conduciéndolos a guerras tribales y donde las ayudas de occidente no llegan a quienes de verdad lo necesitan. Y por último, Europa, la vieja, fría y lejanísima. A la que nada le inquieta si no pasa en el centro de su corazón territorial o del de aquellos países que llevan la voz cantante. No son tantos los kilómetros que separan Bruselas de esta Melilla nuestra, en cambio sí que lo son de capacidad para solucionar lo que acontece en sus fronteras sur, la distancia aquí es de años luz. De momento no hay voluntad que para eso han acuñado la frase: es un problema interno. Lo que pasa en España tiene tanto interés como las revueltas en Ucrania, aun salvando las distancias. Nuestra nación debe recuperar el peso internacional que ya tuvo hace unos años para reivindicar con firmeza en Europa que se implique por una parte de su territorio como son Ceuta y Melilla. De momento, los dirigentes del continente guardan silencio y miran hacia otro lado
Ángel  Gil   

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