domingo, 29 de enero de 2017

Velas


En una nación con tantas horas de sol y donde sopla el viento con fuerza en zonas concretas parece sorprendente que no se generalicen esas energías naturales a todos los ciudadanos. El precio de la luz eléctrica sube mientras bajan las temperaturas, difícil de entender pero tan real que cuando recibamos las próximas facturas olvidaremos de presionar los interruptores y a la fuerza, nos volverán oscuros, tacaños y tal vez ingeniosos. Corrientes, 3, 4, 8. A sus pies, un caballero sincero, de profesión amante, católico y sentimental. Ministerio del Tiempo. Caía una lluvia fina de Abril. Dejamos el garito antes que encendieran las luces que te marcan la salida y allí, a un paso, evitamos el callejón del gato para no ver deformadas nuestras figuras como sanchos o quijotes. Tabernas aún abiertas, zapateo en bata de lunares y un rótulo se lee, que no publiquen tu pecao. Lola, pero puede ser Laura o Pilar. Más abajo la puerta más torera y al fondo, presidiendo, la cabeza de Islero ¡que en mala tarde fue capaz de destrozar al mejor de los Califas!. Nuestras risas ocultan el ruido de las ruedas sobre el mojado asfalto. ¡La pecera del Círculo!, y entonces…quisiera ser el dueño del pacto de tu boca. Por Banco aceleramos el paso, las cariátides frías, firmes, tanto como el Búho que está a punto de salir. Al llegar a la Trinidad, pocos coches subían la calle y los escasos vecinos dormían, era Jueves. Dejamos el ascensor, la portería estaba vacía y subimos los cuatro, dieciséis peldaños, esa es una de las ventajas de vivir en un Principal. Cuando se abrió la puerta el calor del radiador que estaba situado en la entrada se agradecía. Pasos sobre un parquet, brillante a pesar de llevar años acuchillado y la luz del farol iluminaba la habitación. La música ¡si se toca!, bésame, en mi reloj marcaban las tres. La caja de cerillas estaba sobre la mesa y allí, mientras cruzábamos miradas, encendimos una vela dentro de un candil de cristales de colores, parecíamos a Aute en el Hafa Café. La ventana la abrimos, seguía la lluvia mansa, conversamos, me mostré soñador, tanto como tú a los acordes de Hevia y ese Oriente astur, de mareas que suben, de chigres con olor a sidra y de lagos con niebla. La luz de la vela parpadeaba, por preguntar qué es lo que quiero, besos que ni frio ni calor, pero si son de tu boca, también los quiero yo. Aquí estoy para olvidar porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren. Ministerio del Tiempo. La vela dibujaba contornos y palabras de cómo nació todo entre libros o como a punto estuvimos de apagar tantas con aquel tsunami al movernos. Velas de ballena, junto al Limonar, en el F&g, o en el Gato Persa. Disfrute de ellas, en una cena, en buena compañía o donde desee. Mientras la llama se va consumiendo solo nos queda consultar al chaman. Ángel Gil    

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